El perfil biométrico de tu hijo ya existe y se está construyendo en silencio, lejos de las redes sociales que tanto te preocupan. La experta en Inteligencia Artificial, María Ríos, lanza una advertencia que resuena como un trueno en un día despejado, y es que la verdadera huella digital de los menores se está forjando en un lugar que considerábamos seguro: la escuela. ¿Cómo es posible? La respuesta es más sencilla y alarmante de lo que imaginas.
Esta recopilación de datos, que parece inofensiva, alimenta sistemas que ni siquiera sospechamos. Según la misma experta de 38 años, «tu hijo ya tiene perfil biométrico en China aunque nunca haya usado TikTok», una afirmación que nos obliga a mirar más allá de lo evidente y es que el algoritmo lo crea desde la escuela, utilizando información académica y de comportamiento para modelar una identidad digital precisa. Sigue leyendo y descubre cómo funciona este mecanismo invisible.
¿LA HUELLA INVISIBLE QUE TU HIJO DEJA EN EL COLEGIO?

Cada nota, cada control de asistencia y cada informe de comportamiento se convierte en un dato. Piensa en las plataformas educativas que usan los colegios, y es que estos sistemas registran patrones de aprendizaje, velocidad de respuesta e interacciones sociales de los alumnos, creando un mapa detallado de su personalidad. Tal y como advierte María Ríos, esta información es oro puro para los sistemas de inteligencia artificial que buscan patrones de conducta humana.
Pero la cosa no acaba ahí, porque el análisis va mucho más allá de las calificaciones. ¿Sabías que incluso las anotaciones sobre su carácter o sus relaciones con otros compañeros suman? Todo este torrente de información nutre su futuro perfil biométrico, y los algoritmos son capaces de interpretar estos datos para predecir rasgos de su personalidad futura, como la aversión al riesgo o la capacidad de liderazgo. Es un puzle que se completa pieza a pieza sin que nadie se dé cuenta.
DEL AULA A LA NUBE: ASÍ VIAJAN LOS DATOS SIN QUE LO SEPAS

La mayoría de centros educativos utiliza software de gestión desarrollado por terceros para simplificar sus tareas diarias. El problema, como señala la experta María Ríos, surge cuando no se revisa la letra pequeña de los contratos, y es que muchas de estas aplicaciones se reservan el derecho a procesar datos anonimizados para «mejorar sus servicios», una puerta trasera para que la información acabe en manos de empresas tecnológicas que desarrollan algoritmos predictivos muy avanzados.
A menudo, los padres autorizan el uso de estas herramientas sin ser plenamente conscientes del alcance de dicha cesión. Se da por hecho que la información está protegida y se usa solo con fines educativos, pero la realidad es muy diferente, y es que estamos cediendo datos que componen un perfil biométrico muy preciso sin recibir ninguna explicación clara sobre quién accede a ellos, durante cuánto tiempo los conservan o, lo más inquietante, para qué los utilizarán en el futuro.
EL ALGORITMO CHINO QUE ‘CONOCE’ A TUS HIJOS MEJOR QUE TÚ

Aquí es donde la afirmación de María Ríos cobra todo su sentido. Gigantes tecnológicos, especialmente en países como China, tienen una sed insaciable de datos para entrenar sus modelos de inteligencia artificial, y los datos infantiles son extremadamente valiosos porque permiten a las máquinas aprender sobre el desarrollo humano desde sus primeras etapas. La información escolar ofrece un retrato limpio y sin los sesgos de las redes sociales, un tesoro para cualquier algoritmo.
Lo más sorprendente es que tu hijo no necesita tener una cuenta en TikTok para que su motor de recomendación ya tenga una idea de quién es. Como insiste la experta, «el algoritmo lo crea desde la escuela», porque si el sistema tiene acceso a datos de millones de estudiantes, y es que el algoritmo puede inferir y construir un perfil biométrico predictivo de un menor basándose en patrones de otros niños de su misma edad, colegio y entorno sociocultural.
¿UN FUTURO PREDECIBLE? LOS RIESGOS DE ESTA ACUMULACIÓN MASIVA

Imagina un futuro donde una aseguradora pueda calcular una póliza basándose en la propensión al riesgo que un algoritmo detectó en tu hijo cuando tenía diez años. O que una empresa descarte a un candidato porque su perfil biométrico sugiere una baja capacidad para trabajar bajo presión. Las advertencias de María Ríos apuntan a un escenario de determinismo digital, y es que las decisiones vitales de una persona podrían estar condicionadas por un perfil creado durante su infancia.
El peligro no es solo la discriminación, sino también la manipulación. Un sistema que conoce las inseguridades, los gustos y las aspiraciones de una persona desde que era un niño tiene un poder inmenso sobre ella. La capacidad de influir en sus decisiones de compra, sus opiniones políticas o incluso sus relaciones personales es aterradora, y es que es mucho más fácil manipular las emociones de alguien cuyo patrón de comportamiento conoces desde niño.
PROTEGER SU IDENTIDAD DIGITAL: UNA RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

La primera línea de defensa está en la curiosidad y la exigencia de transparencia. Como aconseja María Ríos, los padres deben preguntar activamente a los colegios qué plataformas utilizan y qué políticas de datos aplican, y es que reclamar el derecho a saber quién maneja la información de nuestros hijos es un paso fundamental que puede forzar a los centros y a las empresas tecnológicas a ser mucho más cuidadosos y responsables con la gestión de los datos que recopilan.
Esta batalla no se puede librar en solitario. Es imprescindible que existan regulaciones más estrictas que limiten la recolección de datos de menores y que auditen a las empresas que ofrecen software educativo. La protección de la infancia en la era digital es un desafío colectivo, porque el perfil biométrico que se está creando hoy definirá las oportunidades y libertades de las generaciones futuras, y es que la defensa de su identidad digital es, en última instancia, la defensa de su derecho a un futuro no escrito.