Óscar Somoza (53), mecánico y perito: “El truco del diésel que usáis para pasar la ITV revienta el motor y nadie en el taller os lo cuenta. Son 3.000€ de reparación fácil”

La ITV representa uno de los momentos más temidos para cualquier propietario de vehículo diésel, especialmente cuando el coche acumula kilómetros o presenta síntomas de envejecimiento. Óscar Somoza, mecánico madrileño con 53 años y más de tres décadas reparando motores, ha decidido romper el silencio sobre un secreto a voces en los talleres españoles que está causando averías millonarias. El profesional explica que muchos conductores recurren a aditivos milagrosos o trucos caseros para reducir las emisiones de humo negro días antes de acudir a la estación de inspección, creyendo que resolverán el problema de forma definitiva.

La revisión periódica obligatoria se ha vuelto cada vez más exigente con los vehículos diésel debido a las normativas medioambientales europeas. Los propietarios que detectan humo oscuro en el escape o pérdida de potencia suelen entrar en pánico cuando se aproxima la fecha límite para pasar la inspección técnica, temiendo un resultado desfavorable que implique reparaciones costosas. Somoza detalla que el pánico lleva a decisiones equivocadas que terminan agravando problemas mecánicos menores hasta convertirlos en averías graves que requieren intervenciones de hasta 3.000 euros en componentes esenciales del propulsor.

EL ADITIVO QUE PROMETE MILAGROS Y DESTRUYE MOTORES: LA ITV AVISA

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El truco más extendido consiste en añadir al depósito de combustible productos comerciales que prometen limpiar el sistema de inyección y reducir las emisiones contaminantes en cuestión de kilómetros. Estos aditivos, vendidos en estaciones de servicio y tiendas especializadas, contienen componentes químicos agresivos que efectivamente pueden mejorar temporalmente la combustión. Sin embargo, Somoza advierte que la limpieza express daña sellos internos del sistema de alta presión, provocando fugas microscópicas que con el tiempo derivan en fallos catastróficos del motor diésel.

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La segunda parte del engaño reside en forzar el vehículo a altas revoluciones durante trayectos prolongados inmediatamente después de aplicar el aditivo. Los conductores creen que esta combinación eliminará depósitos de carbonilla acumulados en válvulas, pistones y turbocompresor antes de la revisión obligatoria. El perito judicial explica que este procedimiento genera temperaturas extremas que pueden deformar componentes diseñados para trabajar dentro de rangos específicos, acelerando el desgaste de elementos como los inyectores o la propia bomba de alta presión.

CUANDO LA SOLUCIÓN RÁPIDA SE CONVIERTE EN TRAGEDIA MECÁNICA

Somoza relata el caso de un cliente que acudió a su taller con un Volkswagen Golf diésel de 2015 que había pasado la inspección sin problemas aparentes. Tres semanas después del éxito en la estación, el propietario regresó con el vehículo en grúa debido a un fallo completo del sistema de inyección que dejó el motor inutilizable. La investigación reveló que había utilizado dos botes de aditivo concentrado días antes de la prueba, superando ampliamente la dosis recomendada por el fabricante del producto y sometiendo el propulsor a un estrés químico insoportable.

Las reparaciones de este tipo de averías provocadas por métodos irregulares para superar controles técnicos superan habitualmente los 2.500 euros en talleres oficiales. Somoza detalla que el cambio de inyectores, bombas de alta presión, conductos y sensores asociados puede alcanzar fácilmente los 3.000 euros en modelos recientes con tecnología common rail. El mecánico subraya que ninguna póliza de garantía cubre daños derivados del uso inadecuado de productos químicos no homologados por el fabricante del vehículo, dejando al propietario con una factura imposible de eludir.

LOS SÍNTOMAS QUE NADIE EXPLICA EN EL TALLER

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Los primeros indicios de que el truco ha causado daños internos aparecen semanas después de la inspección superada. El conductor nota arranques difíciles en frío, vibraciones inusuales al ralentí o pérdida progresiva de potencia en aceleraciones, síntomas que muchos talleres atribuyen erróneamente al desgaste natural del vehículo. Somoza explica que estos fallos corresponden a degradación acelerada de componentes sensibles que han sido sometidos a sustancias corrosivas o temperaturas fuera de especificación durante el proceso de limpieza forzada.

El testigo luminoso de avería del motor suele encenderse cuando el problema ya ha avanzado considerablemente. Los sistemas electrónicos modernos detectan anomalías en la presión del combustible, temperatura de gases de escape o rendimiento del turbo que delatan el deterioro causado por prácticas irregulares. El perito asegura que los códigos de error almacenados revelan patrones característicos de sobreesfuerzo químico o térmico, evidencias que cualquier mecánico experimentado identifica inmediatamente pero que rara vez comunica al cliente para evitar conflictos sobre responsabilidades.

LA VERDAD QUE LOS TALLERES OCULTAN POR CONVENIENCIA

Somoza confiesa que muchos profesionales del sector conocen perfectamente los efectos devastadores de estos trucos caseros para aprobar la inspección técnica. Sin embargo, prefieren no advertir a los clientes porque las reparaciones posteriores representan ingresos significativos para los negocios. El mecánico madrileño considera que esta complicidad silenciosa resulta éticamente reprobable y contribuye a perpetuar prácticas que perjudican económicamente a conductores que actúan por desconocimiento técnico.

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Los talleres oficiales de marcas también evitan mencionar estos problemas durante las revisiones preventivas porque temen responsabilidades legales. Si un mecánico alerta sobre el riesgo de usar aditivos no homologados y posteriormente el cliente sufre una avería, podría interpretarse como mala praxis o venta forzada de servicios innecesarios. Somoza critica que el miedo legal impide la educación del consumidor, creando un círculo vicioso donde la desinformación alimenta averías evitables que terminan beneficiando económicamente al mismo sector que debería prevenir estos desastres mecánicos.

LA ALTERNATIVA PROFESIONAL QUE SÍ FUNCIONA SIN RIESGOS

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La solución real para vehículos diésel con problemas de emisiones pasa por mantenimientos preventivos programados mucho antes de la fecha límite. Somoza recomienda acudir al taller al menos dos meses antes de la ITV para realizar una limpieza profesional del sistema de admisión, cambio de filtros y revisión completa del circuito de combustible. Estos servicios cuestan entre 150 y 400 euros según el vehículo, pero garantizan resultados duraderos sin comprometer la integridad mecánica del propulsor ni exponer al conductor a facturas millonarias posteriores.

El mecánico también subraya la importancia de mantener rutinas de conducción eficiente durante todo el año para evitar acumulación excesiva de carbonilla. Realizar trayectos ocasionales por autovía a revoluciones medias-altas ayuda a regenerar el filtro de partículas sin necesidad de intervenciones químicas agresivas ni trucos desesperados de última hora. Somoza concluye que la prevención inteligente resulta infinitamente más económica que las reparaciones de emergencia derivadas de intentar engañar a una ITV mediante métodos que solo consiguen adelantar el inevitable colapso mecánico del vehículo diésel envejecido o mal mantenido.

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