El ayuno intermitente se ha convertido en uno de los temas más comentados en los últimos años, y aunque muchos lo relacionan con dietas pasajeras o métodos para perder peso, lo cierto es que detrás de esta práctica hay una base científica sólida que explica por qué el cuerpo humano puede beneficiarse de los periodos de ayuno. En un reciente episodio de un podcast sobre salud, la psicóloga y coach Marian Gamboa abordó junto a un investigador en fisiología los verdaderos efectos que el ayuno tiene en el organismo, más allá de las tendencias o los retos virales.
Durante la conversación, el especialista explicó que el ayuno intermitente no debe entenderse como una simple restricción calórica, sino como una herramienta biológica que acompaña al ser humano desde sus orígenes. En tiempos ancestrales, pasar horas o incluso días sin comer era parte del ciclo natural de la vida, y el cuerpo desarrolló mecanismos de adaptación que hoy, al aplicar el ayuno de forma controlada, vuelven a ponerse en marcha. Esa es, según el experto, la razón por la que esta práctica tiene tanto sentido evolutivo.
1El ayuno intermitente y la regeneración celular
Uno de los puntos más fascinantes que se abordaron en la entrevista fue el proceso de autofagia, una especie de “limpieza interna” que el cuerpo activa durante el ayuno intermitente. Este mecanismo permite eliminar células dañadas y reciclar componentes celulares para generar energía, algo así como una renovación profunda que optimiza el funcionamiento del organismo. Es una respuesta natural que, en palabras del investigador, “promueve la reparación y la regeneración a un nivel que difícilmente se alcanza cuando comemos constantemente”.
Además de este efecto reparador, el ayuno intermitente puede influir en la prevención de enfermedades degenerativas. Al reducir la inflamación y mejorar la respuesta del sistema inmunitario, se crea un entorno celular más equilibrado. Esto no solo se traduce en una sensación de bienestar, sino también en una mejor capacidad del cuerpo para adaptarse al estrés y mantener su equilibrio interno, algo que la ciencia moderna empieza a reconocer como fundamental para la longevidad.






