Arnaldo Otegi, Pablo Iglesias y Mónica Oltra alzaron la voz a finales de 2018 para pedir la excarcelación de Eduardo Zaplana. Lo hicieron, según dijeron entonces, «por humanidad», cuando el exministro del Partido Popular languidecía entre rejas aquejado de leucemia.
Siete años después, algunos asistentes a la reciente presentación del libro ‘Guerra sucia: mercenarios contra ETA’, de Manuel Cerdán, comentaban con media sonrisa que el exlíder valenciano «está como una rosa».
El propio Zaplana se adelantó a los comentarios maledicentes el pasado año. «Me da igual lo que digan y siento que a algunos les moleste que no me haya muerto. Yo voy a pelear por seguir vivo, no puedo decir otra cosa», declaró el pasado año.
El expresidente valenciano mostraba en declaraciones a Infobae una mezcla de resignación y orgullo a su buena imagen física pese a la enfermedad que padece desde 2015. Y, a la vista de su tono y de su agenda, parece que la pelea le va razonablemente bien. Desde su excarcelación en febrero de 2019 —tras ocho meses y medio en prisión preventiva por la operación Erial—, el exministro de José María Aznar ha llevado una vida discreta pero no exenta de movimiento.
No concede entrevistas, evita muchos actos públicos y prefiere mantenerse al margen del foco, aunque su figura sigue orbitando alrededor de la política valenciana, donde su nombre continúa despertando interés, recelos y alguna lealtad residual.
Zaplana, según relatan amigos cercanos, mantiene una rutina estricta marcada por el tratamiento médico. Toma 14 pastillas diarias y acude mensualmente a revisiones hospitalarias. La medicación, sobre todo la cortisona, le produce efectos secundarios como daño muscular.

Por prescripción médica hace ejercicio de forma regular. No obstante, el hombre que fue alcalde de esa misma ciudad, presidente de la Generalitat Valenciana, ministro de Trabajo, portavoz del Gobierno y del Grupo Popular en el Congreso, mantiene una cierta actividad intelectual.
En enero de 2023 rompió su prolongado silencio concediendo una entrevista al programa ‘Salvados’, de La Sexta, donde agradeció públicamente a Iglesias, Oltra, Otegi y al resto de apoyos sus gestos de solidaridad durante su etapa más dura.
ZAPLANA SE ACERCA A CAMPS
Mientras tanto, su entorno político más cercano sigue en ebullición. La reconciliación con su antaño enemigo Francisco Camps, sellada discretamente en los últimos años, ha sorprendido incluso a viejos militantes populares.
Camps, que busca recuperar el control del PP valenciano tras la carbonización de Carlos Mazón, ha encontrado en Zaplana un interlocutor prudente, aunque no necesariamente un aliado público. Desde Génova 13 y desde el equipo de Mazón el gesto se observa con recelo: nadie olvida que ambos representan una era del partido que muchos prefieren mantener archivada. Zaplana, fiel a su estilo, guarda silencio.
En los márgenes de ese tablero político, su antiguo círculo de colaboradores sigue dejando rastros en la administración autonómica. El caso más reciente lo protagonizó la empresa Dula Auditores, vinculada a su exconseller Diego Such y a su hijo Eduardo Such, profesor de Economía en la Universidad de Alicante y asesor del PP valenciano.
La firma, explica eldiario.es, obtuvo contratos de la Agencia Valenciana Antifraude bajo la dirección de Eduardo Beut —nombrado con el apoyo de PP y Vox—, aunque posteriormente renunció a ellos por una «reestructuración interna» derivada del fallecimiento de su propietario, el también exconseller de Zaplana, Carlos González Cepeda. Judicialmente, la historia de Zaplana sigue sin punto final.
En octubre de 2024, la Audiencia Provincial de Valencia lo declaró culpable de aceptar sobornos entre 1997 y 2000 a cambio de amañar concursos de estaciones de ITV, además de delitos de prevaricación, falsedad y blanqueo de capitales. La condena: 10 años y cinco meses de prisión y más de 25 millones de euros en multas.
Su defensa ha recurrido la sentencia, y el exministro permanece en libertad hasta que haya resolución firme. En su entorno aseguran que no piensa regresar a la política activa ni a los medios, aunque su nombre sigue apareciendo en tertulias y cafés del poder valenciano.





