Felipe Calderón: Geografía de un luchador contra la polarización política

El sexenio de la presidencia de Calderón fue, en sus propias palabras, una época dura, marcada por una coyuntura de crisis que se abatió sobre México, creando una "tormenta perfecta."

La imagen de Felipe Calderón Hinojosa, expresidente de México (2006-2012), ha adquirido nuevos matices desde su reubicación en la capital española. Hoy, su figura se desenvuelve en el circuito académico y ambientalista, lejos de la incesante fricción de la política mexicana. Madrid, a la que considera un «gran país,» y un refugio acogedor, se ha convertido en el nuevo centro de gravedad para una visión crítica de la política mundial, que el exmandatario articula desde sus nuevas funciones como profesor en la IE University y en sus esfuerzos por la sostenibilidad a través de la Fundación Desarrollo Humano Sustentable. Esta nueva etapa no borra, sino que pone en perspectiva, el turbulento sexenio que le tocó administrar, un periodo que él mismo ha definido con la resonancia de la épica: la «tormenta perfecta.»

LA SOSTENIBILIDAD: UNA VOCACIÓN POST-POLÍTICA

La gran pasión que hoy consume el tiempo y la reflexión de Calderón es el mundo de la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático. Esta devoción, que atribuye a la visión de su padre, lo ha llevado a un compromiso global que critica abiertamente el radicalismo ambiental que, a su juicio, ha cometido un error estratégico al exacerbar la polarización. Señala que ciertas organizaciones bien intencionadas, pero estridentes, han provocado un efecto contrario, llevando a muchos a rechazar el tema ambiental por hartazgo. Esta polarización, que es el signo de nuestros tiempos, ha permeado la política, el deporte e incluso el debate ambiental, amplificado por la caja de resonancia de las redes sociales.

La urgencia del cambio climático, sin embargo, es innegable para Calderón. Eventos extremos como la DANA en Valencia, incendios forestales sin precedentes en España, sequías y megainundaciones que no se veían en décadas, son signos inequívocos de que la Tierra está manifestando un patrón de fenómenos climáticos cada vez más violentos y frecuentes.

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En este contexto de urgencia y polarización, el expresidente impulsó la Comisión Global de Economía y Clima, en colaboración con líderes como el ex primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg. La conclusión de esta comisión fue demoledora: el mayor obstáculo para avanzar en la acción climática es la propagación de un dilema falso que obliga a elegir entre el crecimiento económico y el empleo o la responsabilidad climática. Para un gobernante o un líder empresarial, la decisión es obvia: debe priorizarse el crecimiento. Pero, según Calderón, esta disyuntiva es inexistente.

Su propuesta central, resumida en el proyecto de la Nueva Economía Climática (New Climate Economy), demuestra que es absolutamente posible tener crecimiento económico, generar empleos, aliviar la pobreza, y al mismo tiempo, ser responsable con el cambio climático. Es decir, la reducción de emisiones puede ir de la mano de un crecimiento sostenido. El concepto se basa en la convicción de que la innovación tecnológica, impulsada por la regulación (como la europea), ha provocado una caída brutal en los costos de las energías renovables, volviéndolas incluso más competitivas que los combustibles tradicionales.

La clave estratégica, según Calderón, es cambiar la narrativa. Es necesario abandonar la amenaza del «infierno» y el dedo flamígero y, en su lugar, predicar con la «esperanza del paraíso.» Es decir, mostrar que la acción climática genera negocio, utilidades y una vida mejor con salud para los hijos y una convivencia más humana. Para que esto ocurra, la principal medida de los gobiernos no es subsidiar las actividades verdes, sino simplemente dejar de subsidiar la industria de combustibles fósiles (petróleo y gas), liberando así el potencial de la economía del clima.

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Entrevista a Felipe Calderón integra (Fuente: Merca2)

REGRESIÓN ACTUAL

A pesar de las múltiples crisis que enfrentó, Calderón subraya que su administración en México logró hitos ambientales que lo posicionaron como pionero en el sur global. México implementó la primera ley de cambio climático en un país en desarrollo y organizó la exitosa Conferencia de las Partes (COP) de Cancún en 2010, que rescató el diálogo multilateral tras el fracaso de Copenhague.

Además, su gobierno puso en marcha una política innovadora: el Pago de Servicios Ambientales a través del programa Pro-Árbol. Este esquema, que ha sido replicado y propuesto a nivel internacional por líderes como el primer ministro de Noruega y Emmanuel Macron, consistió en pagar directamente a los campesinos y a las comunidades indígenas un ingreso por mantener sus bosques y selvas en pie, lo que generó un incentivo económico sin precedentes para la preservación.

Sin embargo, el expresidente lamenta que este avance haya sido truncado por las administraciones recientes, usando la analogía de la «piedra de Sísifo» que vuelve a rodar cuesta abajo. La crítica se centra en los megaproyectos de la actual administración, a los que considera incoherentes e insostenibles. El Tren Maya, por ejemplo, es señalado como un proyecto que no solo va a «ninguna parte» en términos económicos funcionales, sino que ha devastado cientos de miles de hectáreas de selva, destrozado la reserva del jaguar y contaminado con miles de bloques de concreto y acero los cenotes, acuíferos subterráneos únicos en el mundo, ignorando la promesa de no talar un solo árbol (se calcula la tala conservadora de 12 millones). De igual forma, critica la construcción de una nueva refinería para subsidiar combustibles fósiles, que implicó la deforestación de 300 hectáreas de manglar, un ecosistema vital para la cadena alimenticia marina. Estos ejemplos, en su opinión, son producto de políticas cortoplacistas que anteponen la mezquindad política a la responsabilidad ambiental y económica.

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Felipe Calderón junto a Feijóo (Fuente: Agencias)

LA GESTIÓN DE LA «TORMENTA PERFECTA» (2006-2012)

El sexenio de la presidencia de Calderón fue, en sus propias palabras, una época dura, marcada por una coyuntura de crisis que se abatió sobre México, creando una «tormenta perfecta.»

Los desafíos se alinearon de manera dramática durante su mandato, especialmente a partir de 2009. En el primer trimestre, la economía se contrajo a tasas anualizadas del -9%, seguido de un -11% en el segundo, como consecuencia directa del colapso de la economía de Estados Unidos. A la par de este descalabro económico, se sumó la emergencia sanitaria: la epidemia de influenza H1N1, la primera pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (categoría 6), que se originó en la Ciudad de México, obligando a tomar medidas drásticas y rápidas sin la existencia de una vacuna. A estos se añadieron los efectos devastadores de huracanes categoría 5, y la explosión de la violencia derivada de la guerra frontal entre cárteles (especialmente el cártel del Pacífico contra el de Juárez), que disparó las cifras de homicidios en el país.

La respuesta de su gobierno a la crisis económica requirió una inyección de coraje y pragmatismo, según remarca el expresidente mexicano. Para evitar el cierre de empresas exportadoras y la consecuente pérdida masiva de empleos, se implementó un acuerdo tripartita de emergencia: el Gobierno, la empresa, y el sindicato llegaron a un pacto donde el trabajador aceptaba ganar un tercio menos de su salario por un periodo determinado, el patrón cubría el otro tercio, y el Gobierno Federal aportaba el último tercio. Esta medida, que luego se extendió, logró salvar medio millón de empleos formales en el sector exportador, un logro de concertación social en plena recesión.

Además, con el fin de reactivar la industria nacional de electrodomésticos y promover el ahorro de energía, se diseñó el ingenioso Programa de Sustitución de Electrodomésticos. El programa consistió en subsidiar y dar créditos muy blandos para que las familias cambiaran sus viejos refrigeradores (que consumían hasta cuatro veces más electricidad) por unos nuevos. Bautizado con un toque de humor popular como «Cambia tu viejo por uno nuevo» (haciendo alusión al cónyuge), el programa fue un éxito rotundo, permitiendo la sustitución de dos millones de refrigeradores y logrando un doble impacto económico y de ahorro energético.

Al ser cuestionado sobre la posibilidad de volver a la presidencia, Calderón es enfático al rechazarla, basándose en una profunda convicción histórica sobre la no reelección en México. Para el expresidente, esta limitante constitucional, que prohíbe a cualquier ciudadano volver a ocupar la silla presidencial, es el «último valladar» contra el abuso de poder, el autoritarismo y el caudillismo en el país.

Calderón detalla el peso de esta cláusula en la historia mexicana. Recuerda que la Revolución de Tuxtepec (1876), liderada por Porfirio Díaz, se hizo bajo la bandera de «Sufragio efectivo. No reelección,» solo para que Díaz, tras un breve interregno, cambiara la Constitución y se perpetuara en el poder por 30 años, detonando la Revolución Mexicana. Más tarde, la Constitución de 1917 consagró la no reelección presidencial. Sin embargo, Álvaro Obregón, ya como expresidente, reformó la Constitución para permitirse un segundo periodo, fue reelegido con una abrumadora mayoría y fue asesinado antes de tomar posesión. Desde entonces, ningún presidente ha vuelto al cargo. Esta historia de sangre y caudillismo demuestra que la tentación autoritaria siempre «sigue reptando» y que la no reelección es un principio sagrado para la estabilidad democrática mexicana.

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Calderón junto a Aznar y el expresidente de Argentina Mauricio Macri (Fuente: Agencias)

DIPLOMACIA BLANDA Y VÍNCULO TRANSANLÁNTICO

El interés de Calderón se extiende a la diplomacia y el soft power, ejemplificado en su defensa del Gran Premio de Fórmula 1 en la Ciudad de México. La decisión de llevar la F1 al país fue una estrategia deliberada que, más allá de la brutal derrama económica, tenía un objetivo de imagen de alcance global. Durante muchos años, la imagen de México en el extranjero estuvo ligada a la violencia y el crimen. La F1, al ser vista por más de mil millones de televidentes, permitió sustituir esa imagen por la de un país «alegre, organizado y hospitalario.» Esto fue, en su opinión, una de las grandes oportunidades para reposicionar la percepción internacional de la nación.

En el ámbito de las relaciones bilaterales, Calderón defiende la fuerza histórica y cultural del vínculo entre México y España. En lugar de la tradicional y a veces conflictiva analogía de la «madre e hijo» (colonia), prefiere la de «primos hermanos que se quieren mucho,» destacando el afecto, la afición y los múltiples intereses compartidos. México es un país de mestizaje, y él mismo se siente orgulloso de sus raíces hispánicas y de hablar la lengua de Cervantes, que siente tan suya como del español.

Por ello, califica como una «mezquindad brutal» la estrategia populista que busca «meter cizaña» en esta relación. Los líderes populistas buscan polarizar y dividir a la sociedad, enfrentando a españoles con no-españoles, a mestizos con indígenas, solo para obtener una «raja electoral» y afianzarse como el líder de la facción mayoritaria o «pueblo bueno.» Esta estrategia de confrontación histórica es, para Calderón, un retroceso que debilita el profundo lazo cultural y económico.

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El expresidente de México Felipe Calderón, durante la 17 edición del Foro Atlántico de Madrid, en la Casa de América, a 26 de junio de 2024, en Madrid (Fuente: Agencias).

EL TURISMO: EL FUTURO DE LA ECONOMÍA DE SERVICIOS

El turismo es visto por el expresidente como la «industria del 10%» y la principal «fuente de trabajo del futuro,» no solo en México, sino a nivel global, pues las economías evolucionadas transitan de ser primarias (agrícolas) e industriales a ser predominantemente de servicios. Reconoce a España como el país rey de la hospedería y la amabilidad, aunque afirma que México le compite con su hospitalidad innata, donde la frase «mi casa es tu casa» se dice en serio.

Para fomentar esta industria, su gobierno implementó una medida pragmática que facilitó los viajes al exterior: permitir la entrada a México a cualquier persona que ya contara con la visa americana. Esta política, que fue criticada como «pro-gringa,» fue defendida por Calderón como una medida de inteligencia: si el FBI y el Homeland Security ya habían revisado y aprobado a un viajero, no tenía sentido imponer un trámite burocrático redundante en los consulados mexicanos, acelerando así el flujo de turistas de países clave como China, Rusia o Brasil.

Al recomendar destinos a sus «primos hermanos» españoles, el expresidente destaca la gran riqueza cultural y paisajística más allá de los destinos de sol y playa (Riviera Maya). Subraya la necesidad de visitar la Ciudad de México por su increíble oferta cultural, así como Morelia y el estado de Michoacán por su profunda herencia colonial, que conserva más de 800 edificios históricos y la obra social del humanista Vasco de Quiroga, que combinó la fe con el otorgamiento de oficios dignos a las comunidades indígenas. También resalta la grandeza de Oaxaca, con su aire colonial, su raigambre indígena y su inigualable cultura gastronómica (en especial el mole), y Yucatán, por la herencia de la cultura maya, la nobleza de su gente y la belleza de sus cenotes y ruinas milenarias.

La narrativa de Felipe Calderón, destilada en la calma relativa de Madrid, es la de un político forjado en el fragor de la crisis, que hoy libra una batalla de ideas. Su trayectoria se define por la convicción de que el progreso es posible sin caer en los chantajes de la polarización y el populismo, y que la única vía para el futuro es la innovación tecnológica y el pragmatismo económico puestos al servicio de la sostenibilidad. Su crítica a la regresión en México y su firme defensa del principio de no reelección lo consolidan como una voz que, aunque fuera del poder, sigue inmersa en el debate sobre el destino de la democracia y la economía global en el siglo XXI.

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