Galicia guarda secretos que solo se revelan a quienes saben detenerse y mirar con calma. En esta tierra donde los caminos se entrelazan con la memoria y los paisajes parecen escritos en verso, hay rincones que sorprenden incluso a quienes la han recorrido una y otra vez. Galicia tiene esa manera suya de mezclar historia, naturaleza y poesía sin forzar nada, como si cada piedra y cada colina supiera que forma parte de un relato más grande. Y entre esos lugares que invitan a descubrir su esencia aparece un pequeño pueblo cuyo corazón late al ritmo del pasado.
Ese latido se siente con más fuerza cuando uno atraviesa los parajes del este de A Coruña, un territorio que ejemplifica la identidad profunda de Galicia. Aquí, donde Rosalía de Castro habría encontrado la calma que inspiró su verso sobre caminos inciertos, las aldeas, los ríos y los bosques parecen abrazar al viajero. No es solo el paisaje lo que sorprende, sino la manera en la que Galicia conserva tesoros que siguen iluminando su historia. En Melide, ese resplandor se manifiesta en un cruceiro único, el más antiguo de toda Galicia, y en una serie de rincones que invitan a detenerse con respeto y curiosidad.
3Naturaleza, tradición y caminos que acompañan al visitante
El Museo de Melide prolonga esta mirada hacia la memoria de Galicia a través de la arqueología, la etnografía y los testimonios del Camino. Entre sus muros, los antiguos oficios, las historias de los peregrinos y la vida de la comarca se entrelazan para crear un relato que conecta generaciones. Este antiguo hospital de caminantes sigue siendo un puente entre la Galicia de ayer y la de hoy, una función que honra la vocación acogedora de la región.
Pero Galicia también se vive fuera de los edificios. La Fiesta del Melindre y de la Repostería Tradicional, declarada de Interés Turístico Gallego, celebra la dulzura de la tradición local y es uno de los grandes encuentros gastronómicos de la zona. A ello se suman la playa fluvial del río Furelos, su puente medieval de casi cincuenta metros y el mirador de O Castelo, que regala panorámicas capaces de atrapar a cualquier visitante.






