Ese mareo al levantarte por la mañana, que siempre achacas a un mal descanso o a la pereza de empezar el día, podría ser mucho más que una simple anécdota. Para la neuróloga Natalia Cruz, de 29 años, es una señal de alarma que precede a una catástrofe silenciosa. Y es que, según advierte, ese vahído matutino es lo que anticipa un ictus en 1 de cada 8 adultos, un aviso que nuestro cuerpo nos lanza antes de que sea demasiado tarde. ¿Seguro que es solo sueño?
La advertencia de la doctora Cruz resuena con una contundencia que asusta y obliga a escuchar: “Compruébate hoy o en meses es irreversible”. Esta afirmación convierte esa común sensación de inestabilidad en un posible presagio de un evento devastador. No hablamos de un futuro lejano, sino de una ventana de oportunidad que se cierra con cada nuevo amanecer, con cada vez que decidimos ignorar ese vértigo y seguir con nuestra rutina como si nada ocurriera. La pregunta ya no es si te volverá a pasar, sino qué harás cuando suceda.
LA SEÑAL QUE TU CUERPO TE GRITA Y TÚ IGNORAS
Hemos integrado en nuestra vida la idea de que sentir un ligero aturdimiento es normal. Lo justificamos con el estrés, el cansancio acumulado o incluso por no haber comido lo suficiente. Sin embargo, como bien señala la neuróloga Natalia Cruz, estamos ignorando un síntoma potencialmente grave por pura costumbre. Este simple acto de autocomplacencia nos coloca en una situación de vulnerabilidad extrema, donde el principal enemigo somos nosotros mismos y nuestra capacidad para minimizar las señales.
El ritmo frenético de la vida moderna nos empuja a pasar por alto estas advertencias. ¿Quién tiene tiempo de preocuparse por una leve pérdida de equilibrio cuando la agenda está a rebosar? Precisamente en esa falta de atención reside el peligro. La doctora Cruz insiste en que el cuerpo humano utiliza un lenguaje propio para advertirnos de que algo no funciona bien, y ese mareo al incorporarse es una de sus frases más contundentes y, paradójicamente, una de las más ignoradas.
¿ES SOLO CANSANCIO O ALGO MÁS SINIESTRO?

No toda sensación de inestabilidad es un presagio funesto, por supuesto. Un cambio brusco de postura puede provocar una caída momentánea de la tensión arterial, conocida como hipotensión ortostática, que genera un vahído pasajero y generalmente benigno. Este episodio suele durar apenas unos segundos y se resuelve sin mayores complicaciones. Es el tipo de mareo que se considera fisiológico y no suele estar asociado a un riesgo neurológico inminente.
El problema, como subraya la doctora Cruz, aparece cuando el episodio se repite con frecuencia, es intenso o se acompaña de otros síntomas. Aquí es donde la línea se desdibuja. Un mareo que persiste, que te obliga a agarrarte para no caer o que se presenta junto a visión borrosa o dificultad para hablar, ya no es cansancio. Es un grito de auxilio de tu sistema vascular cerebral que indica que el flujo sanguíneo al cerebro podría estar comprometido de forma crítica.
EL MAPA DEL RIESGO: ¿QUIÉN ESTÁ EN LA DIANA?
La edad es un factor, pero ya no es el único ni el más determinante. La creencia de que los accidentes cerebrovasculares son exclusivos de la tercera edad ha quedado obsoleta. La propia doctora Cruz, con solo 29 años, es un ejemplo de que la conciencia sobre este riesgo debe ser intergeneracional. Factores como la hipertensión, el colesterol alto, la diabetes, el tabaquismo o el sedentarismo dibujan un perfil de riesgo que convierte un simple mareo en una amenaza mucho más seria.
Pero el peligro no se detiene en los factores de riesgo clásicos. El estrés crónico, la mala calidad del sueño o incluso una predisposición genética pueden estar preparando el terreno para un desastre. Por eso, la insistencia de la neuróloga en la autocomprobación es tan relevante. No importa si tienes 30, 50 o 70 años; la salud vascular no entiende de fechas de nacimiento, sino de hábitos y condiciones acumuladas. Ignorar este mareo es jugar a una ruleta rusa en la que no eliges la bala.
LA PRUEBA CASERA QUE PODRÍA SALVARTE LA VIDA

No necesitas un equipo médico sofisticado para realizar una primera evaluación. La prueba que sugiere la doctora Cruz se basa en la monitorización de la tensión arterial y la frecuencia cardíaca en la transición de estar tumbado a ponerte de pie. Se trata de medir tus valores en reposo, y volver a medirlos justo al incorporarte y de nuevo a los tres minutos. Una caída significativa y persistente de la tensión sistólica (la «alta») puede ser el indicador clave de que tu sistema no está regulando bien el flujo sanguíneo.
Este simple gesto puede ofrecer una pista crucial, pero no es un diagnóstico. Si detectas una anomalía o si el mareo es recurrente, la acción es clara: acudir al médico de cabecera. Es el profesional quien debe interpretar los resultados y solicitar pruebas adicionales si lo considera necesario. Como advierte la neuróloga, la autocomplacencia y la procrastinación son los mayores aliados del ictus, y esperar a que los síntomas se agraven es reducir drásticamente las posibilidades de evitar un daño irreversible.
NO HAY MARCHA ATRÁS: EL TIEMPO CORRE EN TU CONTRA
El concepto de «irreversible» que menciona la doctora es, quizás, la parte más aterradora de su mensaje. Un ictus no es como una fractura que se cura; las neuronas que mueren por falta de oxígeno no se regeneran. Las secuelas, que van desde problemas de movilidad y habla hasta déficits cognitivos severos, pueden ser permanentes. Ese mareo matutino es, por tanto, la última frontera entre una vida plena y un futuro marcado por la dependencia y la discapacidad.
Por eso, la próxima vez que te levantes y el mundo parezca girar a tu alrededor, detente un instante. No lo ignores. No lo justifiques. Escucha lo que tu cuerpo intenta decirte, porque en ese pequeño gesto puede estar la diferencia entre seguir adelante o enfrentarte a un abismo. Ese mareo no es sueño; es una decisión. Y como nos recuerda la doctora Natalia Cruz, la oportunidad de tomar la correcta es ahora, porque en unos meses podría ser solo un lamento.








