María Kindelán, nutricionista: «Físicamente, la merienda estabiliza la glucosa, algo clave para el control del peso”

La merienda puede parecer algo muy poco importante y de hecho muchas personas suelen saltársela por lo mismo. En el movimiento del día a día, el trabajo, los deberes y las cosas de la casa, por lo regular olvidamos la merienda y esta en realidad tiene un valor tan importante que podrías sorprenderte.

La merienda siempre ha formado parte de ese ritual cotidiano que marcaba la tarde con una pausa amable, casi doméstica, que hoy parece desvanecerse entre agendas saturadas y estímulos constantes. Esta comida dejó de considerarse esencial y pasó a verse como un lujo innecesario, cuando en realidad, según la nutricionista María Kindelán, es una pieza clave tanto para la salud física como para la estabilidad emocional. En esta época no se come en tranquilidad, sino frente al ordenador o en trayectos apresurados, y recuperar esta costumbre resulta más necesario que nunca, para frenar el estrés y mantener el equilibrio.

Las palabras de Kindelán nos recuerdan que la merienda no es un capricho infantil ni una tradición antigua condenada al olvido, sino un hábito que sostiene el bienestar diario y que debería entenderse como una inversión. De hecho, la experta insiste: “físicamente, la merienda estabiliza la glucosa, algo clave para el control del peso”, y esa sola frase explica por qué dejarla fuera del día tiene un coste que no siempre se percibe a simple vista.

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Beneficios físicos y emocionales de recuperar la merienda

“Antojo insaciable por dulce”. Fuente: Freepik

Saltarse la merienda tiene un efecto metabólico inmediato, en donde el cuerpo entra en modo supervivencia, aumenta la grelina, que dispara el apetito, y se activa un deseo casi automático por alimentos muy calóricos al llegar la cena. Por eso Kindelán insiste en que no merendar no ayuda a adelgazar, sino que complica la relación con la comida y deteriora el bienestar emocional.

Cuando se hace bien, la merienda actúa como un ancla que reduce el estrés, mejora la claridad mental y enseña al cerebro a no reaccionar por impulso. Kindelán recomienda tomar ese respiro a las cinco, sin pantallas, como un gesto de autocuidado que refuerza la autoestima. Llega a describirlo como una “rebeldía elegante” contra el ritmo frenético, y su encanto nace en recuperar un hábito sencillo pero profundamente regulador.

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