Alazán fue el nombre en clave de la operación militar española destinada a frenar la Marcha Verde en el Sáhara Occidental. En un momento de máxima tensión, el Ejército español se movilizó para proteger la frontera y evitar un avance que amenazaba con desestabilizar la región. La acción, aunque breve, dejó huella en la memoria de quienes participaron y en la historia de un conflicto que aún hoy sigue sin resolverse. Con el paso del tiempo, se ha convertido en un episodio que refleja tanto la fragilidad política de la época como la complejidad de las relaciones internacionales.
La operación se desarrolló en un contexto marcado por la enfermedad de Franco y la inminente transición política en España. El Sáhara Occidental, rico en recursos y con una población que reclamaba su derecho a la autodeterminación, se convirtió en el epicentro de una disputa que involucraba a Marruecos, Mauritania y las Naciones Unidas. En medio de esa tormenta diplomática, la respuesta militar española fue vista como un intento desesperado de mantener el control y ganar tiempo. Sin embargo, la historia demostraría que aquel esfuerzo no bastaría para frenar el desenlace que se avecinaba.
EL EJÉRCITO SE MOVILIZA HACIA EL DESIERTO
El despliegue de tropas hacia el Sáhara fue rápido y organizado, con unidades enviadas desde diferentes puntos de la península para reforzar la presencia en la frontera. Los soldados, muchos de ellos jóvenes que apenas habían salido de sus cuarteles, se encontraron de pronto en un escenario inhóspito y cargado de tensión. La misión era clara: contener el avance de miles de civiles marroquíes que se acercaban en masa como parte de la Marcha Verde. La logística, sin embargo, resultó complicada, y las condiciones del desierto pusieron a prueba la resistencia de todos.
La operación ‘Alazán’ no fue solo un movimiento militar, sino también un gesto político que buscaba enviar un mensaje de firmeza. España quería demostrar que aún tenía capacidad de reacción y que no estaba dispuesta a ceder fácilmente un territorio que había administrado durante décadas. Sin embargo, la realidad internacional era otra, y las presiones diplomáticas se intensificaban cada día. Los soldados desplegados vivieron jornadas de incertidumbre, conscientes de que su papel era más simbólico que decisivo en un tablero que se jugaba en despachos lejanos.
LA MARCHA VERDE AVANZA IMPARABLE
Mientras el Ejército español intentaba mantener la línea defensiva, la Marcha Verde avanzaba con miles de personas que caminaban pacíficamente hacia el territorio saharaui. La estrategia marroquí era ingeniosa: utilizar la fuerza de la multitud como arma política, evitando el enfrentamiento directo y obligando a España a tomar decisiones difíciles. Los soldados españoles, entrenados para la guerra, se encontraron frente a una masa civil que desbordaba cualquier plan militar. La tensión era máxima y el riesgo de un choque, inminente.
El gobierno español, debilitado por la situación interna, buscaba soluciones que evitaran un conflicto abierto. La presión internacional aumentaba, y las Naciones Unidas insistían en la necesidad de una salida negociada que respetara los derechos de la población saharaui. En ese contexto, la operación ‘Alazán’ se convirtió en un intento de ganar tiempo, pero la realidad era que la Marcha Verde había logrado su objetivo: situar a España en una posición incómoda y forzar la negociación. La historia demostraría que aquel avance marcaría el inicio del final de la presencia española en el Sáhara.
LA POLÍTICA SUPERA A LA MILICIA
La operación militar, por más organizada que estuviera, no podía competir con la fuerza de la diplomacia y la presión internacional. España se encontraba en un momento de transición política, con Franco gravemente enfermo y un futuro incierto que condicionaba cada decisión. La realidad era que el país no tenía margen para sostener una confrontación prolongada en el Sáhara. La operación ‘Alazán’ fue, en ese sentido, un gesto de resistencia más que una estrategia viable a largo plazo.
Los acuerdos que se firmaron poco después demostraron que la política había tomado el control de la situación. La retirada española del Sáhara fue inevitable, y la operación ‘Alazán’ quedó como un episodio que reflejaba la tensión de un tiempo convulso. Los soldados regresaron a sus cuarteles con la sensación de haber participado en una misión que, aunque importante, no había cambiado el curso de los acontecimientos. La historia del Sáhara seguiría su camino, marcado por la disputa y la falta de soluciones definitivas.
EL IMPACTO EN LOS SOLDADOS ESPAÑOLES
La experiencia de quienes participaron en la operación fue intensa y difícil de olvidar. Muchos de ellos recuerdan el calor sofocante del desierto, la incertidumbre de cada jornada y la sensación de estar en medio de un conflicto que no terminaban de comprender. La operación ‘Alazán’ se convirtió en una marca personal para aquellos jóvenes que vivieron de cerca un momento histórico. Sus testimonios reflejan tanto el orgullo de haber cumplido con su deber como la frustración de no haber podido cambiar el desenlace.
El impacto psicológico fue notable, ya que la misión se desarrolló en un entorno hostil y bajo una presión constante. Los soldados sabían que estaban allí para contener una multitud, pero también eran conscientes de que su papel era limitado frente a la magnitud del problema. Con el tiempo, muchos de ellos compartieron sus recuerdos en entrevistas y libros, aportando una visión humana de un episodio que suele narrarse desde la perspectiva política. La operación ‘Alazán’ fue, en definitiva, una experiencia que dejó huella en quienes la vivieron.
EL LEGADO DE LA OPERACIÓN
La operación ‘Alazán’ ha quedado en la memoria como un símbolo de resistencia en un momento de transición. Su legado no se mide en victorias militares, sino en la capacidad de reflejar la tensión de una época marcada por la incertidumbre y el cambio. Para muchos historiadores, representa el último intento de España por mantener su presencia en el Sáhara Occidental antes de la retirada definitiva. Es un recordatorio de cómo la política y la diplomacia pueden superar a la fuerza militar en escenarios complejos.
Hoy, cuando se habla del Sáhara y de la Marcha Verde, la operación ‘Alazán’ aparece como un capítulo que ayuda a comprender la magnitud del conflicto. Su recuerdo sigue vivo en los testimonios de los soldados y en los análisis de quienes estudian la historia reciente de España. Aunque no logró frenar el desenlace, su importancia radica en haber mostrado la voluntad de un país que, en medio de la transición, intentó mantener su posición. La operación es, en definitiva, parte de la memoria colectiva de una generación.
EL SÁHARA, UN CONFLICTO QUE SIGUE ABIERTO
El Sáhara Occidental continúa siendo un territorio marcado por la disputa y la falta de soluciones definitivas. La operación ‘Alazán’, aunque breve, forma parte de esa historia inconclusa que aún hoy genera debate y preocupación. La Marcha Verde fue solo el inicio de un proceso que ha mantenido a la región en un estado de tensión permanente, con consecuencias para sus habitantes y para la política internacional. España, aunque ya no está presente, sigue vinculada emocionalmente a aquel episodio.
El conflicto saharaui demuestra que las decisiones tomadas en momentos de crisis pueden tener efectos duraderos. La operación ‘Alazán’ es un ejemplo de cómo la historia militar y la política se entrelazan en escenarios complejos. Hoy, más de cuatro décadas después, el Sáhara sigue siendo un tema pendiente en la agenda internacional. La memoria de aquella operación ayuda a entender que, aunque los soldados regresaron y los acuerdos se firmaron, el problema nunca se resolvió del todo y continúa abierto.








