La alimentación macrobiótica siempre ha sido una voz disonante en medio de las tendencias que van y vienen en el mundo de la nutrición. Mientras la conversación pública se llena de obsesiones por la proteína, por los suplementos y por la promesa de cuerpos esculpidos a cualquier costo, esta filosofía propone una mirada más equilibrada, menos impulsiva y mucho más consciente. En el video de Rosa Tugores, esa perspectiva se hace evidente desde el primer minuto, cuando cuestiona la idea de que “más es mejor” y recuerda que el cuerpo también tiene límites que merecen respeto.
Y es que la alimentación macrobiótica no solo habla de lo que comemos, sino de cómo tratamos a nuestro organismo. Tugores explica que el exceso de proteínas, sobre todo las de origen animal, no se queda sin consecuencias. El hígado y los riñones, encargados de procesar y depurar lo que ingerimos, pueden verse sobrecargados hasta provocar un estado de acidosis interna difícil de manejar. Lo que dice, más que alarmista, es un llamado a recuperar el sentido común en un momento en el que la proteína parece haberse convertido en una especie de fetiche nutricional.
2Hay señales que es mejor no ignorar
Uno de los puntos más contundentes del video es la mención al Estudio de China, liderado por el Dr. Colin Campbell. Tugores utiliza este trabajo para reforzar una idea clave dentro de la alimentación macrobiótica, la idea de que existe una correlación preocupante entre las dietas ricas en proteína animal y una mayor incidencia de cáncer. No lo plantea como una verdad absoluta, pero sí como una señal que invita a cuestionar la insistencia actual por alcanzar niveles desorbitados de proteína diaria.
A partir de esa evidencia, la experta propone observar con más cuidado cómo elegimos nuestras fuentes de energía. En lugar de centrar la dieta en productos animales, la alimentación macrobiótica sugiere priorizar alimentos vegetales, integrales y menos ácidos. No es un rechazo rotundo a la proteína animal, sino una invitación a medirla, a saber cuándo aporta y cuándo empieza a convertirse en un factor de riesgo. La investigación sirve como espejo para evaluar hábitos y detectar excesos que a veces pasan desapercibidos.






