La neurona es un universo diminuto que rara vez vemos, aunque determina casi todo lo que somos. No importa si hablamos de deporte de élite, de vida cotidiana o de esos momentos en los que la mente parece caminar más rápido que el propio cuerpo. En la conversación con la neurocientífica Sandra Rossi, queda claro que entender cómo funciona la neurona es abrir una ventana a los mecanismos reales que sostienen la voluntad, la disciplina y la estabilidad emocional. No desde el misterio, sino desde la ciencia que explica por qué algunas personas logran rendir bajo presión y otras se quiebran en el instante menos esperado.
Rossi insiste en que su importancia reside en la capacidad de conectarse, sincronizarse y trabajar en armonía con miles de millones de compañeras. Esa interacción es la que da forma al pensamiento, a la concentración, al movimiento y a la toma de decisiones. En el podcast “La Fórmula”, la especialista repasa cómo el entrenamiento mental modifica físicamente el cerebro, especialmente en la corteza cingulada anterior, y cómo esos cambios pueden transformarse en ventajas reales para un atleta o para cualquier persona que enfrente desafíos diarios.
2La neurona conecta mente, cuerpo y entorno, formando un circuito indivisible
Otro punto crucial de la entrevista es la relación bidireccional entre mente, cuerpo y contexto, ya que para la neurocientífica, nada funciona aislado, pues la neurona interpreta señales que vienen del exterior, del movimiento, de la respiración y hasta de la visión periférica, una herramienta que ella recomienda para mantener el foco y bajar la activación cuando la presión aumenta. Esa integración constante es la que permite que un atleta tome decisiones más claras en milésimas de segundo o que una persona común pueda regular su ansiedad antes de un momento importante.
El cuerpo también tiene un peso decisivo porque actúa como un ancla que estabiliza procesos mentales. Cuando la respiración se hace más profunda o cuando ampliamos el campo visual, la neurona recibe un mensaje de calma que se refleja en una mejor atención. Esa conexión, según Rossi, demuestra que el entorno no es un escenario neutro, sino una pieza activa en la construcción del rendimiento cognitivo y emocional. Quien aprende a manejar ese triángulo gana margen para responder mejor a la presión.






