La creatina se ha convertido en uno de esos suplementos que despiertan curiosidad más allá del gimnasio, porque su fama ya no se limita al aumento de fuerza o al rendimiento deportivo. La creatina ha empezado a ocupar un espacio en conversaciones sobre salud integral, descanso y hasta claridad mental, impulsada por nuevos estudios que intentan descubrir si realmente puede influir en la calidad del sueño o si todo responde a un simple bulo repetido en redes. El debate está abierto y, como suele ocurrir, la ciencia avanza a ritmo pausado mientras las preguntas crecen mucho más rápido.
Ahora se asocia mucho la creatina con el descanso nocturno y la función cognitiva, y lo interesante es que algunas investigaciones apuntan a beneficios reales, aunque todavía insuficientes para emitir un veredicto definitivo. Un estudio en mujeres mostró que, después del entrenamiento de fuerza, quienes tomaban creatina dormían un poco mejor en términos de duración, algo que ha despertado expectativas. Pero los expertos insisten en la prudencia, porque falta comprobar si ese efecto se sostiene en hombres, en personas sedentarias o en contextos distintos.
2El papel de la creatina en la privación de sueño
Donde la creatina sí ha mostrado más consistencia es en situaciones de privación de sueño. En esas circunstancias, cuando el cuerpo duerme menos de lo debido, aparecen errores de memoria, lentitud mental y falta de precisión. La creatina no actúa como un estimulante inmediato, pero sí puede reducir parte del deterioro cognitivo que surge cuando la mente está fatigada. A diferencia de la cafeína, que solo esconde los síntomas por unas horas, la creatina ayuda desde el metabolismo energético, reforzando el funcionamiento del sistema nervioso central.
Además, algunas investigaciones sugieren que la creatina podría disminuir procesos inflamatorios asociados a la falta de descanso, un beneficio que va más allá del rendimiento físico. Para lograr esos efectos, la evidencia indica que se requieren dosis algo más elevadas que las utilizadas para el entrenamiento habitual, ya que el objetivo no es el músculo, sino el tejido cerebral. Aunque no existe todavía un protocolo cerrado, el interés académico crece, especialmente en relación con salud cognitiva y enfermedades neurodegenerativas.






