El hierro es una de esas sustancias que damos por sentadas hasta que un análisis nos dice que falta, y aunque puede que no lo veamos ni lo sintamos directamente, su papel es tan decisivo que cuando los niveles bajan el cuerpo entero lo nota. Es ahí cuando aparece un cansancio que no se quita con dormir, una sensación de debilidad que desconcierta y, en algunos casos, incluso el curioso antojo de comer hielo. Entender qué ocurre con el hierro, por qué lo necesitamos y qué pasa cuando recurrimos a suplementos, es fundamental antes de tomar cualquier decisión apresurada.
En España, la anemia por déficit de hierro afecta a miles de personas y no siempre por los mismos motivos. Aunque la pérdida de sangre es la causa más habitual, no es la única. La dieta, el embarazo, la lactancia, el crecimiento infantil o ciertas enfermedades crónicas también influyen. Por eso, cuando falta el hierro, la fatiga aparece como un aviso claro pero no el único, ya que también pueden presentarse mareos, piel pálida o dificultades para respirar. Y, sin embargo, la solución más habitual, que son los suplementos, lleva consigo efectos que afectan directamente al sistema digestivo y que conviene conocer de antemano.
3Cómo aliviar el estreñimiento y mejorar la tolerancia al hierro
Cuando el estreñimiento aparece, hay varias estrategias que pueden ayudar sin tener que dejar los suplementos. La primera siempre pasa por consultar al médico para evaluar si es posible ajustar la dosis, ya que modificarla por cuenta propia puede ser contraproducente. En algunos casos, los expertos recomiendan suavizantes o ablandadores de heces, que actúan como apoyo puntual mientras el cuerpo se adapta al suplemento de hierro.
También es útil trabajar desde la alimentación y los hábitos, y en esos casos lo recomendable es aumentar la ingesta de fibra, beber más agua y añadir algo de ejercicio diario. Incluso existe una técnica conocida como “entrenamiento intestinal”, que consiste en acostumbrar al cuerpo a ir al baño siempre a la misma hora para crear una rutina más estable. Algunos especialistas apuntan que hacerlo entre 15 y 45 minutos después del desayuno puede ser especialmente efectivo, ya que comer activa los movimientos del intestino.





