Borja Quiroga (40 años), nefrólogo: «Hay dos maneras para saber de qué son las piedras que tenemos en los riñones»

Los riñones suelen pasar desapercibidos para nosotros hasta que ocurre algo malo con ellos, como por ejemplo las piedras que a veces aparecen y generan molestias. Un experto nos explica cómo saber de qué son esas piedras.

Los riñones son mucho más que dos órganos silenciosos que filtran nuestra sangre y realmente, cuando funcionan bien, apenas pensamos en ellos, pero basta con que algo se altere para que nos demos cuenta de lo esenciales que son en el equilibrio de todo el cuerpo. Pocas dolencias hacen tan evidente esa importancia como la aparición de piedras en los riñones, un problema tan común como temido por el dolor que puede provocar. Lo que muchas veces empieza como una molestia puntual puede transformarse en un episodio incapacitante que obliga a buscar respuestas con urgencia, sobre todo cuando no entendemos por qué se forman esas pequeñas pero dolorosas estructuras.

En España, cada vez son más las personas que conviven con este problema sin saber muy bien cómo prevenirlo. Las piedras, tan diminutas como un grano de arena o tan grandes como una perla, pueden pasar desapercibidas o convertirse en un auténtico desafío. La mayoría se expulsan sin consecuencias, pero cuando no ocurre así, el dolor se vuelve protagonista y empuja a quienes lo sufren a buscar soluciones. Y ahí es donde la información clara, la que llega sin tecnicismos y de la mano de especialistas como el nefrólogo Borja Quiroga, se convierte en una herramienta fundamental para cuidar de los riñones.

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Qué tipos de piedras pueden formarse en los riñones

“Esas piedras en las riñones suelen venir acompañadas de dolor intenso”. Fuente: Freepik

Según Borja Quiroga, lo primero es entender que no todas las piedras en los riñones son iguales. Las hay de ácido úrico y de calcio, y diferenciarlas es esencial para evitar que vuelvan a aparecer. Esa clasificación, que parece algo menor, en realidad determina todo el plan de prevención que se debe seguir después. Por eso el especialista insiste tanto en identificar de qué están hechas, algo que no siempre es evidente a simple vista.

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Para saberlo, existen solo dos caminos, en donde el primero es analizar la piedra una vez expulsada, algo tan simple como recogerla y enviarla a un laboratorio. El segundo, más habitual cuando no podemos recuperarla, consiste en someterse a una analítica de orina de 24 horas. En ese estudio se miden los niveles de ácido úrico y calcio, dos parámetros que permiten inferir el tipo de piedra. Esa información, aunque pueda parecer un detalle técnico, sirve de guía para adoptar cambios que ayuden a proteger los riñones a largo plazo.

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