La Champions continúa siendo ese gigante incuestionable que mueve audiencias, pasiones y millones sin que nada parezca tambalearla. Por eso ha sorprendido tanto que, en Francia, la Champions se haya topado de frente con un escenario que nadie esperaba, un auténtico caos televisivo que deja al descubierto tensiones que venían gestándose desde hace tiempo. Las cadenas tradicionales, aquellas que durante décadas han dominado la emisión del gran torneo europeo, ya no juegan solas. Las plataformas de streaming, con sus bolsillos profundos y su ambición global, han entrado al tablero con una fuerza que amenaza el equilibrio de un ecosistema que parecía invencible.
En este contexto, la Champions se convierte en el centro de un terremoto mediático. La UEFA esperaba cerrar rápido su subasta de derechos para el ciclo 2027-2031, confiada en que el producto estrella del fútbol europeo no tendría problemas para superar la barrera de los 5.000 millones. Sin embargo, el portazo que llegó desde Francia ha puesto todo patas arriba. Ni Canal+, ni DAZN, ni BeIN Sports, ni siquiera los gigantes digitales como Apple TV+ o Prime Video lograron imponerse con claridad en la primera ronda, obligando a lanzar una segunda licitación que ha dejado a medio continente con la respiración contenida.
2Reglas nuevas para un mercado que ya no se parece al de antes
Otra novedad que impulsa este terremoto es el diseño mismo de la licitación. La Champions, en esta etapa, no solo ofrece derechos hasta 2031, sino la posibilidad de renovarlos más allá, lo que supone un nivel de estabilidad nunca visto. Y por si fuera poco, la UEFA ha abierto la puerta a que una plataforma como Netflix produzca en exclusiva el partido estrella de cada jornada si ofrece una cifra lo bastante tentadora. Es un movimiento que refleja la transformación del negocio y que deja claro que el fútbol ya no pertenece únicamente al mundo deportivo, sino que se ha convertido en un producto audiovisual más dentro de la industria del entretenimiento.
Mientras tanto, los plazos corren, y la segunda ronda de ofertas, que cierra este jueves al mediodía, será decisiva para saber si esta fractura se resuelve con un acuerdo clásico o si se confirmará que el ecosistema de la Champions está entrando en un nuevo capítulo. La presión por superar los 5.000 millones no afecta solo a Francia, sino que atraviesa todo el continente, y evidencia que los derechos audiovisuales ya son el corazón del negocio futbolístico europeo.






