Pablo Motos siempre ha sido un personaje transparente en lo que le conviene, pero anoche en ‘El Hormiguero’ dejó ver una faceta que pocas veces muestra, la de sus supersticiones más íntimas. Lo hizo casi sin pretenderlo, animado por la visita de Álex Márquez, que abrió la puerta a una conversación espontánea y muy humana. Pablo Motos aprovechó ese momento de cercanía para contar, sin demasiada solemnidad pero con una sinceridad que sorprendió incluso a su invitado, todos esos pequeños rituales que lo acompañan antes de salir al plató después de veinte años de directo.
En esa charla casi improvisada, Pablo Motos relató con naturalidad que cada detalle de su rutina tiene un sentido para él. Desde beberse el agua que queda en la botella que su equipo usa para llenar su taza hasta romper el tapón de inmediato como un gesto casi liberador. Contó también lo de tocar una pequeña grapa en la puerta del estudio, un acto aparentemente insignificante pero que, para él, se ha convertido en un talismán diario. Y, como si hiciera falta un último empujón, explicó que cada día recita unas frases que lo colocan en la frecuencia correcta y termina con un soplido fuerte para espantar cualquier mala vibración que pudiera haberse colado en su camino hacia el directo.
3Cuando comienza el trabajo, el día cambia de ritmo
Una vez termina esa parte tan íntima y estructurada de su mañana, Pablo Motos se sumerge de cabeza en el trabajo. Ahí ya no hay rituales ni silencios, sino un ritmo vertiginoso que lo “come”, como él mismo lo describe. Es un momento en el que escribe, revisa ideas, corrige monólogos y ajusta detalles del programa que, aunque llevan dos décadas en antena, siguen requiriendo una precisión casi quirúrgica. Su rutina habla de una constancia que no se improvisa, de una dedicación que se mantiene incluso después de más de 3.000 programas.
Ese compromiso diario explica, en gran medida, por qué Pablo Motos ha logrado sostener ‘El Hormiguero’ en lo más alto durante tanto tiempo. Más allá de las supersticiones con las que empezó la conversación, lo que deja claro es que su día está construido sobre hábitos que lo mantienen firme, atento y en su mejor versión para enfrentarse a un directo que nunca se parece al anterior. Esa mezcla de disciplina, curiosidad y algo de magia personal es, en el fondo, la que sostiene su manera de hacer televisión.






