Isabel Viña, nutricionista: «la deshidratación es una de las causas reversibles y más frecuentes y pasadas por alto de elevación de cortisol”

La nutricionista Isabel Viña nos explica que la deshidratación no solo agota, sino que también puede disparar el cortisol sin que lo notemos. A veces no es el estrés lo que nos tiene al límite, sino un cuerpo que lleva horas pidiendo agua en silencio, y por eso es importante saber distinguir las señales.

La deshidratación se ha convertido en una de esas amenazas silenciosas que pasan desapercibidas hasta que el cuerpo empieza a enviar señales más contundentes. Aunque solemos relacionarla con días de calor extremo o con esfuerzos físicos intensos, la realidad es que la deshidratación puede aparecer en cualquier momento y afectar a funciones tan básicas como la energía diaria, la claridad mental o incluso el equilibrio hormonal. La nutricionista Isabel Viña insiste en que, más allá de la sed, el organismo nos va avisando con pequeñas pistas que conviene escuchar antes de que el problema avance.

Y es que la deshidratación, a pesar de su aparente sencillez, tiene un impacto mucho más profundo del que imaginamos. El cuerpo humano depende del agua para regular la temperatura, lubricar articulaciones, transportar nutrientes y mantener estables los procesos internos. Cuando ese equilibrio se pierde, todo se vuelve más cuesta arriba, y por eso aumenta la fatiga, se ralentizan las digestiones, disminuye la concentración y se dispara el riesgo de problemas renales. Por eso, la experta recuerda la importancia de prestar atención a algo tan básico como beber suficiente agua a lo largo del día.

2
La clave para detectar está en el color de la orina

“Todo está en el color de la orina”. Fuente: Freepik

Una de las recomendaciones más claras de Isabel Viña es observar el color de la orina, un indicador sencillo y accesible para saber si estamos reponiendo suficiente agua. Cuando la tonalidad es casi transparente, la hidratación es óptima. Sin embargo, si el color empieza a oscurecerse, aunque sea levemente, conviene beber un vaso de agua para evitar que la deshidratación avance sin darnos cuenta. Según la nutricionista, cuando la orina llega a ese tono ámbar oscuro tan característico, lo ideal es beber entre uno y dos litros repartidos en un par de horas.

La experta también advierte que ciertas medicaciones pueden alterar el color de la orina sin que eso signifique necesariamente que existe un problema de hidratación. Algunos antibióticos, como el metronidazol o la nitrofurantoína, pueden provocar cambios visibles, por lo que es importante interpretar la información con contexto. No obstante, más allá de estas excepciones, la observación diaria del color de la orina se convierte en una herramienta muy útil para frenar la deshidratación antes de que genere consecuencias más serias.

Publicidad
Publicidad