Las patatas bravas siempre han sido un pequeño orgullo de la cocina española, ese plato que aparece en cualquier bar y que, aun siendo tan sencillo, tiene el poder de salvar una reunión improvisada. Quien las prepara bien sabe que no se trata solo de cortar y freír, sino de darles ese punto de sabor que hace que la gente pregunte cómo las has hecho. Por eso las patatas bravas siguen siendo un clásico eterno, porque cada bocado tiene algo familiar, pero también deja espacio para la sorpresa.
Y cuando alguien decide prepararlas en casa, descubre que las patatas bravas no son complicadas; lo que necesitan es un poco de orden, buenos ingredientes y una salsa que realmente tenga carácter. Esta versión fácil no pretende competir con las de un bar mítico, pero sí busca que puedas hacerlas sin estrés, disfrutando el proceso y logrando ese efecto irresistible que hace que tus invitados quieran repetir.
2Preparación paso a paso
Primero debes pelar y cortar las patatas en trozos medianos; no las hagas ni muy pequeñas ni muy grandes, porque eso altera la cocción. Tienes que calentarlas en aceite moderado para que se cocinen por dentro sin quemarse por fuera. Una vez estén tiernas, sube un poco el fuego para que tomen color. Este detalle es clave para que tus patatas bravas tengan ese contraste crujiente por fuera y suave por dentro.
Mientras se fríen, debes preparar la salsa. Empieza por sofreír cebolla y ajo muy picados; asegúrate de no quemarlos. Añade el pimentón y, apenas lo mezcles, incorpora el tomate triturado. Tienes que dejar que reduzca con calma, sin prisas, para que espese y tome sabor, y si la ves muy densa, añade un chorrito de caldo. Prueba y corrige la sal. Cuando la salsa esté lista, pásala por la batidora si quieres una textura más fina y mézclala con las patatas bravas justo al servir.





