Francia es un país que guarda tesoros inesperados y uno de ellos se encuentra en Le Mans, una ciudad que muchos identifican únicamente con los rugidos del motor pero que en realidad ofrece una de las estampas medievales más sugestivas del país. Resulta casi irónico que un lugar conocido en todo el mundo por una carrera que lleva al límite a pilotos y máquinas durante 24 horas sea también un refugio para quienes viajan buscando historia viva, paseos lentos y la belleza intacta de un casco antiguo protegido durante siglos.
Francia demuestra en Le Mans hasta qué punto conviven tradición y modernidad en un mismo escenario porque mientras los coches más veloces del planeta preparan sus motores para desafiar un circuito de casi 14 kilómetros, a pocos metros se extiende un entramado medieval que invita a perder la prisa y a dejarse llevar por aromas, colores y esa elegancia discreta que caracteriza a los pueblos franceses mejor conservados.
1Un casco histórico que revela la verdadera esencia de Le Mans
El recorrido comienza entre los puestos del mercado que se instala junto a la muralla, uno de esos mercados que solo Francia sabe crear con su mezcla de orden natural, hortalizas hermosas, quesos irresistibles y pan recién horneado que parece salido de un cuento. Desde allí se observa cómo la catedral de Saint Julien terminó expandiéndose más allá de los antiguos muros romanos y cómo ese crecimiento quedó plasmado en vidrieras centenarias y en la capilla de la Virgen, donde los ángeles pintados sostienen instrumentos como si el tiempo no hubiera pasado.
La Cité Plantagenêt, el corazón medieval de Le Mans, conserva calles empedradas que han servido de escenario en películas tan distintas como “Cyrano de Bergerac” o “El hombre de la máscara de hierro”, aunque la sensación al caminar por ellas no es la de un decorado sino la de un barrio que respira autenticidad. Los negocios locales, las casas de entramado y la vida que late en cada rincón recuerdan que Francia protege con mimo aquello que forma parte de su memoria histórica, una memoria que aquí se siente casi palpable.






