TDAH es una palabra que todavía se usa con demasiada ligereza, pero detrás de esas siglas hay experiencias profundas que rara vez se comprenden bien. En los últimos años han surgido voces que intentan explicar lo que realmente significa vivir con TDAH, y una de las más claras es la de Bea Sánchez, conocida como Mamá Valiente, que en sus charlas y vídeos insiste en que minimizar el dolor ajeno es uno de los mayores errores que se cometen. Ella afirma que nunca debes decir a una persona con TDAH que “no es para tanto”, porque esa frase invalida emociones que ya vienen magnificadas de base.
En el análisis que acompaña sus reflexiones se subraya que la desregulación emocional es quizá el rasgo más complejo del TDAH, aunque no figure todavía en los criterios diagnósticos oficiales. Esta intensidad emocional, que puede dispararse de forma abrupta, marca profundamente las relaciones y la vida cotidiana, y es algo que quienes no tienen TDAH suelen interpretar como exageración o falta de control, cuando en realidad es consecuencia directa del funcionamiento neurológico.
3Herramientas, disculpas y un futuro más amable
En su reflexión final, Bea Sánchez destaca que conocer el mundo emocional del TDAH es esencial para manejarlo. No hay cura mágica ni truco instantáneo, pero sí herramientas que pueden marcar la diferencia, como aprender a pedir tiempo, practicar pausas conscientes, trabajar en la anticipación emocional y, sobre todo, saber disculparse cuando la intensidad desborda los límites. El objetivo no es convertir a la persona con TDAH en alguien que no es, sino darle recursos para que su neurotipo no destruya sus vínculos.
El mensaje más poderoso del vídeo y del análisis es que nadie con TDAH merece escuchar que “no es para tanto”. Para ellos sí lo es, y negarlo solo agrava el dolor. Entender, acompañar y ofrecer herramientas es lo que permite construir una convivencia más justa y más humana. Porque cuando se valida lo que siente un TDAH, se abre la puerta a una vida donde la emoción deja de ser un enemigo y puede convertirse, poco a poco, en un aliado manejable.







