El cáncer infantil deja claro que el ejercicio continuado es clave para el bienestar de quienes lo superan

Superar el cáncer infantil no significa que hay que dejar de cuidarse, por el contrario, según muchos expertos, lo más importante comienza cuando se da de alta, pues los músculos y el corazón necesitan recuperarse de lo que el tratamiento debilitó.

El cáncer infantil vuelve a recordarnos que la recuperación no termina cuando finaliza el tratamiento, y que el cuerpo de quienes lo han superado sigue necesitando cuidados constantes para mantenerse fuerte. En los últimos años, los especialistas han insistido en que la actividad física no es un complemento opcional, sino una herramienta imprescindible para que estos niños crezcan con menos secuelas y con un corazón más resistente. El cáncer infantil plantea desafíos que no siempre se ven a simple vista, pero que afloran cuando se analiza cómo corren, cómo saltan o cómo responden sus músculos después de todo lo vivido.

Esa es precisamente la mirada que ha aportado un equipo de la Universidad Europea, al demostrar que el ejercicio continuado marca una diferencia real en la salud de los supervivientes. El cáncer infantil, aun cuando queda atrás, deja una huella que puede mitigarse si el movimiento se incorpora como parte del tratamiento a largo plazo. Los investigadores recuerdan que estos pequeños suelen presentar un engrosamiento de la pared del ventrículo izquierdo, un aviso temprano de cardiotoxicidad, y que la única forma de frenar ese proceso es mantener una rutina donde el ejercicio aeróbico y la fuerza trabajen de la mano.

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Una rutina que marca la diferencia

“Cualquier actividad física es útil”. Fuente: Freepik

El punto crítico aparece justo después del alta, cuando muchos pequeños reducen su actividad física por cansancio, miedo o simple costumbre. Sin embargo, los datos muestran que ahí es donde más deberían insistir las familias y los centros educativos. Correr en el patio, jugar al fútbol, montar en bicicleta o saltar sin mirar el reloj pueden parecer cosas pequeñas, pero son las que marcan la diferencia a largo plazo. Para que funcione, los investigadores recomiendan al menos tres sesiones semanales en las que el niño disfrute, porque la adhesión no se consigue con obligaciones, sino con diversión.

En los más pequeños, la clave está en convertir todo en un juego, algo que los mantenga en movimiento sin pensar en que están “haciendo ejercicio”, mientras que los adolescentes necesitan metas personalizadas y autonomía. El cáncer infantil exige estrategias adaptadas a la edad, pero siempre con el mismo objetivo de que el corazón se haga fuerte de nuevo.

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