Hay gente que es capaz de saber si va a llover por un simple dolor de cabeza

Aunque sea difícil de creer, hay personas que no necesitan mirar al cielo para saber que lloverá, pues un simple dolor de cabeza puede ser el aviso de esto. Lo que muchos asumían como intuición o coincidencia resulta tener una explicación fisiológica real, y a continuación vamos a ver cómo funciona.

El dolor de cabeza puede convertirse en un curioso aviso meteorológico para muchas personas, una especie de señal previa que anuncia que algo está cambiando en el ambiente. Aunque a primera vista suene a creencia popular, lo cierto es que este fenómeno tiene bases fisiológicas reales y aparece con más frecuencia de lo que se piensa, especialmente entre quienes conviven con alguna dolencia crónica. A veces, el dolor de cabeza se instala con suavidad, como un recordatorio silencioso de que la atmósfera está moviéndose, de que una borrasca se aproxima o que la presión empieza a caer.

Porque más allá del folclore y las frases que se repiten en cada cambio de tiempo, el dolor de cabeza se convierte en el síntoma más evidente de que los cambios atmosféricos sí repercuten en la salud. Las personas mayores suelen comentarlo con naturalidad, pero también afecta a jóvenes o adultos sanos, solo que en ellos pasa más desapercibido. La presión atmosférica baja, los vasos sanguíneos se dilatan y el cuerpo reacciona; a veces con un leve malestar, otras con un dolor punzante que recuerda al que se siente al subir a una montaña, al viajar en avión o incluso al bucear.

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Los efectos invisibles que también pesan

“La lluvia a veces genera tristeza”. Fuente: Freepik

Los cambios de clima no se limitan a generar dolor de cabeza o molestias físicas. A veces, su impacto se nota en el estado de ánimo. Hay quienes se entristecen cuando llueve, otros sienten más ansiedad con los días grises y algunos perciben cómo su energía cae cuando se alargan las semanas frías. La piel también acusa el golpe, pues el calor la envejece con mayor rapidez y el frío la reseca hasta provocar irritación o favorecer la aparición de acné.

Tampoco se salvan los músculos ni los ojos, ya que las bajas temperaturas generan tensiones musculares que afectan sobre todo el cuello y la espalda, mientras que el frío ambiental reseca los ojos e incluso puede perjudicar la córnea a largo plazo. Estos efectos, aunque sutiles, forman parte de ese conjunto de pequeñas señales que el clima deja en el cuerpo cada temporada.

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