El vino tiene ese poder casi inexplicable de abrir conversaciones, suavizar tensiones y convertir una mesa cualquiera en un pequeño acontecimiento. Hablar de vino es, en cierto modo, hablar de cultura, de memoria y de intuición, porque elegir una botella no es solo una decisión técnica, sino un gesto que dice mucho de quién somos y de qué buscamos en cada ocasión. En tiempos en los que las estanterías están llenas de etiquetas, colores y nombres que intimidan, contar con la mirada de alguien que ha crecido entre barricas ayuda a bajar el ruido y recuperar el placer de escoger sin miedo.
Y en ese terreno, pocas voces resultan tan cercanas como la de Meritxell Falgueras, enóloga, sommelier y periodista con una trayectoria que respira vino en cada palabra. En una conversación reciente en el canal ‘Rompiendo Esquemas’, ofreció una manera relajada y honesta de acercarnos al vino, de entenderlo como un compañero cotidiano que no exige sofisticación, solo curiosidad. Sus reflexiones combinan historia, experiencia familiar y una mirada fresca que invita a perderle respeto al ritual y a recuperar el disfrute.
3El arte de maridar sin complicarse
Uno de los momentos más reveladores llega cuando Falgueras habla del rol histórico de la mujer en el mundo del vino, pues explica que muchas de las mujeres acusadas de brujería en siglos pasados eran, en realidad, enólogas talentosas que competían con los hombres en la producción. Su reflexión no es solo una reivindicación del pasado, sino una forma de recordar que el vino también es un espacio de resistencia y de transmisión de saberes femeninos.
Y, como buena comunicadora, aterriza la conversación en algo tan práctico como el maridaje. Asegura que no existe una regla absoluta y que, más allá de los manuales, lo primero es el gusto personal. Aun así, ofrece recomendaciones sencillas, menciona Denominaciones de Origen como Ribera del Duero o Monsant y anima a experimentar sin miedo, porque el vino funciona mejor cuando se combina con libertad.







