El café en el avión se ha convertido casi en un ritual para muchos viajeros frecuentes, pero los tripulantes de cabina llevan tiempo recomendando pensárselo dos veces. Detrás de una taza humeante puede esconderse una realidad poco apetecible relacionada con los depósitos de agua, la limpieza de las máquinas y las prisas del servicio. No se trata de alarmar, sino de explicar con calma qué hay realmente detrás de esa bebida.
En los últimos años, varios testimonios de azafatos y auxiliares de vuelo se han hecho virales al revelar qué pasa realmente con el agua a bordo. Sus relatos coinciden en describir depósitos difíciles de limpiar, tuberías antiguas y procedimientos que, aunque legales, no resultan especialmente tranquilizadores. A partir de ahí surge la gran pregunta del pasajero curioso: ¿conviene seguir pidiendo esa bebida caliente o es mejor buscar alternativas más seguras?
QUE HAY DETRÁS DEL AGUA DEL AVIÓN
El agua que se utiliza a bordo no sale de una fuente recién filtrada, sino de grandes depósitos que se rellenan y vacían durante semanas. Esos tanques, según explican varios trabajadores, no siempre se limpian con la frecuencia que desearían, por pura logística. Cada vez que se sirve un té o un café, el líquido ha recorrido tuberías y conductos donde pueden acumularse sedimentos, restos de cal y hasta microorganismos resistentes.
Las aerolíneas cumplen la normativa y realizan controles periódicos, pero estos estándares marcan mínimos, no siempre el nivel de exigencia que tú esperarías para algo que vas a beber. Además, el uso intensivo de los sistemas hace que sea complicado detener un avión varias horas solo para desinfectar a fondo todo el circuito. Por eso muchos tripulantes prefieren optar por bebidas embotelladas, donde el origen y el proceso son más claros.
POR QUÉ LOS AZAFATOS DESACONSEJAN EL CAFÉ
Cuando algunos azafatos explican por qué no toman nunca café durante el vuelo, no lo hacen por capricho ni por manía. Su argumento principal es que conocen mejor que nadie cómo se limpia, se mantiene y se revisa el equipo con el que se prepara la bebida. Al ver de cerca los tanques, las mangueras y las jarras, muchos concluyen que, si pueden elegir, prefieren reservar esa taza para el aeropuerto.
Varios testimonios coinciden en que, en momentos de mucho trabajo, las prisas hacen que no siempre se puedan lavar las jarras y cucharas con el esmero que tendrían en una cafetería en tierra. Eso implica restos de bebidas anteriores, gotas secas y superficies que acumulan sabores y partículas. Ante ese escenario, muchos tripulantes recomiendan al pasajero evitar el café y decantarse por opciones más simples y controladas.
RIESGOS PARA LA SALUD QUE NO IMAGINAS
Conviene recordar que el agua del grifo de a bordo suele ser potable según las normas, pero eso no significa que sea la mejor opción para tu organismo. Si tu sistema digestivo es sensible, una pequeña carga extra de bacterias o sedimentos puede traducirse en molestias, gases o diarrea durante el viaje. Mezclar esa agua con café caliente solo suma factores de riesgo en un entorno donde ya estás más deshidratado.
La propia altitud del vuelo altera tu cuerpo: el aire es más seco, bebes menos agua pura y te mueves poco, así que la deshidratación aparece antes de lo que imaginas. Si a eso añades bebidas con mucha cafeína y algo de azúcar, aumentan tanto la sensación de nerviosismo como la necesidad de ir al baño. Por eso muchos expertos recomiendan priorizar agua y bebidas isotónicas suaves durante trayectos largos.
HÁBITOS DE HIGIENE EN PLENA ALTURA
El espacio de trabajo es reducido y todo sucede muy deprisa, con carritos que entran y salen y bandejas que se amontonan. En ese entorno, mantener rutinas de limpieza tan rigurosas como en una cocina profesional es casi imposible. Los mismos paños y estropajos pueden pasar de limpiar restos de comida a tocar las jarras del café, algo que aumenta la posibilidad de contaminación cruzada, aunque sea microscópica.
Además, durante un vuelo largo, el equipo pasa muchas horas seguido haciendo el mismo servicio, a menudo con poco tiempo para descansar y revisar a fondo el material. Eso se traduce en pequeñas concesiones prácticas, como enjuagues rápidos o secados con pañuelos de papel. No es que el avión sea un lugar peligroso por definición, pero sí un entorno en el que conviene ser selectivo con lo que eliges beber.
QUÉ BEBIDAS SON UNA OPCIÓN MÁS SEGURA
Si después de conocer estos detalles te quedas con dudas, la opción más sensata es apostar por bebidas cuya procedencia sea más transparente. El agua embotellada cerrada, los refrescos en lata o los zumos envasados han pasado por controles diferentes y no dependen del circuito interno del avión. Puedes dejar el café para cuando aterrices y pedir durante el vuelo algo que te hidrate sin añadir preocupaciones extra.
También es buena idea escuchar a tu cuerpo y elegir en función de cómo te sientes en cada momento. Si notas cierto mareo, mejor evitar bebidas muy dulces o con gas en exceso y optar por agua o infusiones suaves preparadas con agua embotellada. En trayectos nocturnos, una hidratación constante y ligera ayuda a llegar con menos dolor de cabeza y con la sensación de haber descansado algo mejor.
CÓMO TOMAR BUENAS DECISIONES EN CADA VUELO
Al final, lo importante es que viajes informado y puedas decidir con criterio qué te apetece consumir cuando el carro pasa por tu fila. Saber de dónde sale el agua y cómo se manipula te ayuda a relativizar ciertos gestos automáticos que quizá no te beneficien. No se trata de vivir con miedo, sino de adaptar pequeños hábitos para cuidar un poco más tu salud en ruta.
Si eres de los que adoran empezar el día con una taza caliente, puedes plantearte reservar ese momento para el aeropuerto o el hotel, donde el control del agua y de las máquinas suele ser mayor. A bordo, prioriza la hidratación y escucha las recomendaciones de la tripulación, que conoce bien los puntos débiles del sistema. Un gesto tan simple como posponer el café puede ahorrarte molestias y preocupaciones innecesarias.









