Tony Espigares, coach y experto en meditación, sobre el insomnio: «no se soluciona a base de técnicas sofisticadas, sino con una mayor consciencia»

Dormir bien se ha convertido casi en un lujo en esta época, pues entre tanto estrés, tensión y presión laboral el insomnio se ha vuelto cada vez más común. Tony Espigares, coach y experto en meditación, nos explica que el problema no se resuelve con fórmulas mágicas ni técnicas sofisticadas, sino con algo más profundo.

El insomnio se ha convertido en una de las sombras más persistentes de la vida moderna. Lo que antes era un síntoma ocasional hoy es casi una epidemia silenciosa que atraviesa edades, profesiones y estilos de vida. Dormir profundamente se ha vuelto un privilegio raro, una especie de lujo biológico que muchos ya no alcanzan. En un contexto dominado por pantallas, estrés y un cerebro que no logra desconectarse, las horas de sueño se vuelven un campo de batalla entre la fatiga y la hiperactividad mental.

Tony Espigares, coach y experto en meditación, lanza una reflexión que desarma la idea de que el insomnio se soluciona con métodos sofisticados o fórmulas milagrosas. Su planteamiento es casi contracultural: “no se soluciona a base de técnicas, sino con una mayor consciencia”. Porque más allá de contar ovejas o probar el último té relajante, el verdadero descanso empieza cuando el cuerpo deja de vivir en modo supervivencia y el cerebro, por fin, se siente a salvo para bajar la guardia.

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El cerebro no descansa si la mente no se detiene

“Si la mente no descansa el cuerpo tampoco”. Fuente: Freepik

Para Espigares, el insomnio es el reflejo más claro de cómo el ritmo de vida actual mantiene al cerebro en un estado de alerta constante. Aunque el cuerpo llegue exhausto a la cama, la mente sigue encendida, repasando lo pendiente o reviviendo emociones no resueltas. “Seguimos con el eje del estrés activo, el cortisol elevado, y el cerebro interpreta que aún hay cosas por cerrar”, explica el experto. Esa tensión sostenida impide que el descanso sea reparador, porque el sistema nervioso no recibe la señal de que el peligro ha terminado.

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El proceso es sencillo pero poderoso, pues al acostarnos, baja la actividad del neocórtex, encargado de la lógica, y el sistema límbico se mantiene despierto. Sin distracciones externas, los pensamientos se amplifican y la rumiación aparece. Un bucle emocional en el que la mente repite una y otra vez lo mismo, sin avanzar ni resolver. “En ese punto ya no hay reflexión, hay reciclaje mental”, advierte Espigares, y es ahí, precisamente, donde el insomnio gana terreno.

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