La cabina de Antonio Mercero es mucho más que un simple telefilm; es un icono de la historia de la televisión en España. Esta producción para TVE, protagonizada magistralmente por José Luis López Vázquez, narra una pesadilla surrealista que atrapó frente al televisor a casi veinte millones de personas. Su emisión en diciembre de 1972 desató una auténtica psicosis colectiva, demostrando el inmenso poder de la pequeña pantalla para generar emociones y miedos profundos.
El impacto de esta ficción se explica en parte por el contexto mediático de la época. Con un único canal de televisión disponible, la programación de TVE se convertía en un evento nacional que congregaba a toda la familia. La ausencia de avisos sobre el contenido de terror que se iba a mostrar cogió desprevenida a la audiencia, que vivió en directo y sin filtros una de las experiencias más angustiantes que se recuerdan en la historia audiovisual.
UNA HISTORIA DE ANGUSTIA QUE EMPEZÓ COMO ALGO COTIDIANO
La genialidad del guion, coescrito por Mercero y José Luis Garci, reside en su aplastante sencillez. Un hombre corriente, interpretado por un soberbio López Vázquez, se queda atrapado en una cabina telefónica recién instalada en medio de una plaza. Lo que al principio parece un contratiempo cómico y sin importancia, se va transformando progresivamente en una situación de pura angustia existencial, ante la indiferencia o la burla de los transeúntes que pasan a su lado.
El verdadero terror de la historia radica en su universalidad y en la impotencia que transmite. La situación podría ocurrirle a cualquiera, y esa cercanía convierte al espectador en cómplice del sufrimiento del protagonista. La película consigue, sin apenas diálogos, que sintamos su creciente desesperación, su claustrofobia y su miedo ante un destino absurdo e inexplicable. Es una clase magistral de cómo generar tensión a partir de una premisa mínima y cotidiana.
EL PÁNICO COLECTIVO QUE PARALIZÓ A TODO UN PAÍS
La reacción tras la emisión fue inmediata y abrumadora. Cientos de llamadas colapsaron las centralitas de TVE y de los servicios de emergencia, con espectadores aterrados que no habían comprendido que se trataba de una ficción. El terror que provocó La cabina fue tan real que, según crónicas de la época, muchas personas desarrollaron una fobia a las cabinas telefónicas, evitando acercarse a ellas por miedo a quedar encerradas para siempre en su interior.
Este fenómeno sociológico demostró la capacidad de la televisión para moldear la percepción de la realidad. La pesadilla de López Vázquez trascendió la pantalla y se instaló en el imaginario colectivo de los españoles durante años. El miedo no terminó con los créditos del telefilm; continuó en las calles, en las conversaciones y en la memoria de una audiencia que no estaba preparada para una experiencia tan inmersiva y perturbadora como aquella.
ANTONIO MERCERO: EL MAESTRO DETRÁS DE LA PESADILLA TELEVISIVA
Antonio Mercero ya era un director consolidado, pero fue esta obra la que lo catapultó al olimpo de los grandes creadores audiovisuales de nuestro país. Su dirección es precisa y brillante, construyendo una atmósfera asfixiante que va creciendo en intensidad hasta un final desolador y abierto. Mercero logró con La cabina un reconocimiento internacional que confirmó su talento para contar historias complejas y perturbadoras con un lenguaje visual accesible para el gran público.
El éxito no fue solo de audiencia, sino también de crítica. El telefilm fue galardonado con un Premio Emmy Internacional, el primero que recibía una producción española en la historia. Este prestigioso premio no solo reconoció la calidad artística y técnica de la obra, sino que también la situó como un referente de la ficción televisiva a nivel mundial, abriendo el camino para futuras producciones españolas en el competitivo mercado internacional de la televisión.
EL SIMBOLISMO OCULTO TRAS LA CAJA DE CRISTAL
Con el paso del tiempo, la película fue objeto de múltiples lecturas y análisis que iban más allá del terror superficial. Para muchos, la obra era una potente metáfora de la dictadura franquista y la falta de libertades. En La cabina, la opresión se representa a través de ese espacio cerrado del que es imposible escapar, mientras la sociedad observa con pasividad o indiferencia el sufrimiento del individuo, una clara alegoría política.
Otras interpretaciones apuntan a temas universales como la incomunicación en la sociedad moderna, la deshumanización o el absurdo de la existencia. La caja de cristal funciona como un símbolo de la alienación del individuo en un mundo que lo aísla y lo convierte en un mero espectáculo para los demás. El enigmático y desolador final, que no ofrece ninguna respuesta, ha permitido que estas interpretaciones sigan vigentes décadas después de su estreno.
¿POR QUÉ NO SE VOLVIÓ A EMITIR LA CABINA DURANTE TANTOS AÑOS?
Aunque la afirmación de que nunca más se emitió es una leyenda urbana, lo cierto es que la pieza audiovisual se convirtió en un contenido de culto que tardó en volver a la parrilla televisiva. El tremendo impacto psicológico que causó en 1972 hizo que TVE fuera cautelosa con sus reposiciones. Esta ausencia contribuyó a forjar su estatus mítico, convirtiéndola en una obra de la que se hablaba más de lo que se veía.
Su limitada difusión durante las décadas siguientes magnificó su recuerdo en la memoria colectiva. En una era sin internet ni plataformas de vídeo bajo demanda, la imposibilidad de volver a ver La cabina cuando uno quisiera agigantaba el terror original. Cada una de sus escasas reemisiones se convertía en un acontecimiento, una nueva oportunidad para que una generación reviviera la pesadilla o para que otra más joven la descubriera por primera vez.
EL LEGADO INDELEBLE DE UN FENÓMENO TELEVISIVO ÚNICO
El mediometraje es hoy considerado una obra cumbre de la ficción española y un hito que cambió la forma de entender la televisión en nuestro país. Su influencia es palpable en directores y guionistas posteriores que aprendieron que el terror más efectivo no necesita grandes artificios, sino una buena idea y una ejecución brillante. La interpretación de José Luis López Vázquez, por su parte, quedó grabada para siempre como una de las más icónicas de su carrera.
Afortunadamente, hoy en día las nuevas generaciones tienen fácil acceso a esta joya audiovisual a través de las plataformas digitales. Aunque el mundo ha cambiado y las cabinas telefónicas han desaparecido de nuestras calles, la sensación de angustia que transmite sigue plenamente vigente. El legado de La cabina es atemporal porque apela a miedos universales: la soledad, la impotencia y la pérdida de control sobre nuestro propio destino.









