El café es, para millones de personas, mucho más que una bebida, es el primer gesto consciente del día, el aroma que anuncia que la jornada empieza y ese pequeño ritual que reconforta antes de salir de casa o sentarse frente al ordenador. En España, pocas costumbres están tan arraigadas al desayuno como tomarse esta bebida caliente nada más levantarse, casi de forma automática, sin pensarlo demasiado y muchas veces con el estómago completamente vacío.
El café forma parte de la rutina diaria de una inmensa mayoría de la población y, tomado con moderación, puede integrarse sin problema en una dieta equilibrada. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria sitúa el consumo seguro en hasta cuatro tazas pequeñas al día y sus beneficios están ampliamente documentados. Sin embargo, incluso en los hábitos más extendidos, hay matices importantes que conviene conocer. Es ahí donde entra la advertencia del endocrino Francisco Rosero, que no invita a renunciar a la bebida, sino a cambiar ligeramente el orden en el que lo tomamos.
1El error más común al empezar el día
El café suele ser lo primero que entra en el cuerpo al despertar, pero hacerlo en ayunas no siempre es buena idea. Francisco Rosero explica en uno de sus vídeos divulgativos que después de más de ocho horas durmiendo, el organismo se levanta deshidratado, aunque no siempre lo notemos, ya que durante la noche perdemos líquidos al respirar y al sudar, y esa carencia se acumula sin que seamos conscientes.
Tomar esta bebida en ese contexto puede agravar el problema, porque la cafeína tiene un ligero efecto diurético y, en un cuerpo que aún no se ha rehidratado, puede intensificar la sensación de sequedad interna y provocar molestias digestivas. No se trata de demonizar el café, insiste Rosero, sino de entender que el cuerpo necesita algo antes para arrancar correctamente.






