Netflix vuelve a demostrar que los géneros clásicos no están escritos en piedra y que todavía hay margen para darles la vuelta sin traicionar su esencia. La plataforma ha apostado esta vez por un western que dialoga con la tradición, pero que se atreve a mirar el paisaje desde otro ángulo, uno menos transitado y, precisamente por eso, más estimulante. Netflix recoge la herencia de un imaginario dominado durante décadas por hombres duros y silenciosos y lo reformula con una propuesta que ya está dando mucho que hablar.
El resultado es una serie que conecta con la nostalgia del polvo, las fronteras y los conflictos territoriales, pero que introduce una sensibilidad distinta. No es un gesto de ruptura gratuita, sino una evolución natural de un género que ya había mostrado fisuras y nuevas posibilidades en el cine reciente. Con este estreno, Netflix se suma a esa corriente y lo hace apostando por personajes femeninos que ocupan el centro del relato sin pedir permiso.
1Cuando el western empieza a cambiar
Durante años, el western fue territorio casi exclusivo de pistoleros solitarios, sheriffs implacables y hombres incapaces de mostrar debilidad. Directores como John Ford o Sergio Leone construyeron un canon que marcó a generaciones, y figuras como John Wayne o Clint Eastwood se convirtieron en símbolos de ese ideal masculino. Sin embargo, incluso dentro de esa tradición hubo matices, personajes más emocionales y miradas distintas que insinuaban que otro western era posible.
Esa transformación se ha ido acelerando con el tiempo. Jane Campion ya lo dejó claro en Netflix con ‘El poder del perro’, una película que exploraba la fragilidad, el deseo y la violencia desde un lugar incómodo y profundamente humano. En televisión, ‘Yellowstone’ modernizó los conflictos clásicos, aunque sin romper del todo con las estructuras tradicionales. Faltaba un paso más, una sacudida que cuestionara quién puede ser el héroe en estos relatos.





