David Cantero (64 años), periodista, sobre la dieta con la que se mantiene saludable: «No me privo de nada, pero es verdad que como más pescado que carne»

A sus 64 años, David Cantero habla de su buena forma con mucha naturalidad y de cómo ha aprendido a cuidarse sin dramatismos. Para el periodista, la dieta no va de prohibiciones ni de modas, sino de equilibrio, sentido común y pequeños hábitos que se sostienen en el tiempo.

La dieta es el punto de partida del que habla David Cantero cuando se le pregunta por su buena forma a los 64 años, una palabra que repite casi sin darse cuenta porque, para él, comer bien no es una moda ni una imposición, sino una forma de estar en el mundo. No hay fórmulas mágicas ni prohibiciones estrictas, hay sentido común, constancia y una relación sana con la comida que se ha ido construyendo con los años, sin obsesiones pero con atención a los detalles.

La dieta, entendida como un equilibrio entre lo que apetece y lo que conviene, se mezcla en su día a día con el ejercicio, la disciplina y también con pequeños placeres que no se negocian. Cantero no habla desde el sacrificio, sino desde la experiencia de alguien que ha aprendido a escucharse, a cuidarse y a entender que la salud no se sostiene solo en el gimnasio, sino también en el plato y en la cabeza.

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Una dieta sin prohibiciones, pero con criterio

“David Cantero come más pescado que carne”. Fuente: Freepik

La dieta que sigue David Cantero no se basa en eliminar alimentos ni en vivir pendiente de una báscula, sino en elegir bien y compensar. Él mismo lo resume con una frase que lo define bastante: no se priva de nada, aunque es consciente de que come más pescado que carne. Esa elección, aparentemente sencilla, dice mucho de su manera de entender la alimentación, más cercana a la constancia que a los extremos.

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Dentro de esa dieta equilibrada tienen un papel importante las frutas, las ensaladas completas y las legumbres, platos que aportan energía sin sensación de pesadez. Cantero reconoce que es goloso y que a veces cae en algún capricho, pero lo hace sin culpa y ajustando después, porque para él el problema no es disfrutar, sino perder el control y dejar de prestar atención a lo que el cuerpo necesita.

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