Las trufas de chocolate se han ganado, casi sin discusión, un lugar privilegiado en las mesas navideñas. No necesitan grandes presentaciones ni técnicas imposibles, solo buen producto y un poco de mimo para convertirse en ese bocado que siempre apetece después de la comida o junto al café. Las trufas de chocolate, además, tienen algo especial, admiten mil versiones y permiten jugar con sabores, texturas y acabados sin perder su esencia.
En Navidad, cuando el tiempo invita a encender el horno y a compartir dulces caseros, las trufas de chocolate se transforman en un pequeño ritual. Prepararlas no es solo cocinar, es tomarse un rato para disfrutar del proceso, pensar en quién las va a probar y dejarse llevar por combinaciones más atrevidas, cargadas de toppings que las hacen todavía más irresistibles.
3El toque final que marca la diferencia
Al terminar, debes dejar reposar las trufas de chocolate unas horas en la nevera para que se asienten bien los sabores y mantengan su forma. Antes de servirlas, conviene sacarlas unos minutos para que estén en su punto justo, ni demasiado duras ni excesivamente blandas, ese equilibrio que hace que se deshagan en la boca.
Cuando llegue el momento de llevarlas a la mesa, las trufas de chocolate hablan por sí solas. Puedes presentarlas en pequeñas cápsulas o en una bandeja bonita, porque en Navidad también se come con los ojos. Y entonces solo queda una cosa, disfrutar de un dulce sencillo, casero y lleno de toppings que, sin esfuerzo, se convierte en el gran protagonista de las fiestas.






