La dieta suele presentarse como el primer paso para cambiar hábitos, perder peso o, al menos sobre el papel, llevar una vida más saludable. En España y fuera de nuestras fronteras, millones de personas inician una dieta con ilusión y fuerza de voluntad, convencidas de que esa decisión marcará un antes y un después. Sin embargo, el camino no siempre acaba donde se esperaba y, en muchos casos, el resultado es justo el contrario al deseado.
Con el paso del tiempo, la dieta puede convertirse en una fuente de frustración, hambre constante y sensación de pérdida de control. Especialmente cuando hablamos de planes restrictivos, el temido efecto rebote y el aumento del apetito aparecen con frecuencia. Dos dietistas especializadas en TCA explican por qué ocurre esto y por qué, a veces, hacer dieta no solo no soluciona el problema, sino que lo agrava.
2Restricción, hambre y pérdida de control
Las expertas ponen el foco en la restricción, un concepto que la mayoría de veces va ligado a los regímenes alimenticios y que no es muy positivo. La dieta basada en el “no puedo” o el “no debo” activa un estado de alerta constante que acaba traduciéndose en más hambre y en una relación tensa con la comida. El cuerpo y la mente interpretan la prohibición como una amenaza, y la respuesta suele ser comer de forma impulsiva cuando se presenta la oportunidad.
Esta dinámica explica por qué muchas personas sienten que, tras una dieta, pierden el control y comen más de lo habitual. No es un fallo personal, insisten, sino la consecuencia directa de haber limitado en exceso. Revisar los distintos tipos de restricción permite entender que no todas las decisiones alimentarias son iguales y que cada día puede requerir una dieta diferente, adaptada a las necesidades reales del momento.






