Ayuso intenta cerrar filas en público con Feijóo tras más de tres años de rumores

El Partido Popular vuelve a otear La Moncloa. No es todavía una certeza, pero sí una sensación cada vez más extendida en la dirección del partido y entre sus votantes. La sucesión de escándalos que afectan al PSOE, el desgaste del Gobierno y unas encuestas que, en términos generales, sonríen a los populares han devuelto al PP a una posición de ventajosa.

En ese contexto, Isabel Díaz Ayuso ha decidido mover ficha: cerrar filas en público con Alberto Núñez Feijóo tras casi tres años de tensiones soterradas, recelos mutuos y mensajes cruzados que nunca llegaron a romper del todo, pero que marcaron una convivencia incómoda.

La presidenta de la Comunidad de Madrid es consciente de que el momento político exige disciplina interna y una imagen de unidad. También sabe que cualquier gesto suyo es leído en clave sucesoria, incluso cuando insiste en negar ambiciones nacionales.

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Por eso, en las últimas semanas ha optado por lanzar señales claras de respaldo al líder del PP, aunque sin renunciar a marcar perfil ideológico propio ni a presionar para que el partido adopte posiciones más nítidamente conservadoras.

El viento sopla a favor de los populares, pero no sin turbulencias. Las encuestas sitúan al PP como primera fuerza, impulsado en buena medida por la erosión del PSOE a causa de los casos de corrupción que salpican a su entorno político y territorial.

Sin embargo, ese crecimiento tiene un techo: el auge de Vox. El partido de Santiago Abascal consolida su espacio y limita la capacidad del PP para gobernar en solitario. Incluso en escenarios de victoria clara, los populares tendrían que negociar, compartir poder o asumir una agenda condicionada por su socio a la derecha.

Es una aritmética que Feijóo conoce bien y que Ayuso interpreta de forma distinta. Para la presidenta madrileña, el PP no puede permitirse una posición templada en exceso. Así lo dejó claro hace apenas unos días durante la tradicional fiesta navideña del partido a nivel regional, cuando afirmó que el PP no debe ser «tibio».

La frase no fue casual. En un contexto de polarización y de competencia directa con Vox por el electorado conservador, Ayuso defiende que la ambigüedad se paga cara. Su mensaje iba dirigido tanto a la militancia como a la dirección nacional: el PP debe ofrecer una alternativa ideológica clara, sin complejos, si quiere capitalizar el desgaste del Gobierno y evitar fugas hacia su derecha.

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Feijóo junto a Ayuso y Almeida. Foto: EP.

Ese posicionamiento, sin embargo, convive con un esfuerzo deliberado por rebajar cualquier percepción de desafío interno. Días antes de ese acto, Ayuso había desechado públicamente una encuesta de El País que la situaba como mejor valorada que Feijóo entre los votantes del PP como hipotética presidenta del Gobierno.

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Lejos de alimentar el debate, la dirigente madrileña restó importancia al sondeo y evitó cualquier lectura en clave de liderazgo alternativo. Un gesto calculado para no reavivar fantasmas que aún sobrevuelan Génova.

AYUSO Y SUS AMBICIONES

Ayuso quiere dejar claro que no tiene intención de relevar a Feijóo. Lo repite ahora, como ya lo hacía en tiempos de Pablo Casado, aunque entonces casi nadie la creía y ahora algunos siguen sin hacerlo.

La experiencia de aquel enfrentamiento, que terminó con la caída abrupta del expresidente del PP, ha dejado huella en el partido y a nivel personal en la propia Ayuso. Hoy sabe que cualquier ambigüedad se interpreta como una amenaza. Y también sabe que, paradójicamente, su poder interno es mayor que nunca sin necesidad de disputar el liderazgo nacional.

Feijóo, por su parte, ha optado por una estrategia de integración total. Le ha concedido todo el poder orgánico dentro del PP madrileño, una plaza clave tanto en términos electorales como simbólicos.

Lo ha hecho con la anuencia de José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, que tras años de tensiones internas y de alineamiento con Casado frente a Ayuso, ha terminado por ponerse a las órdenes de la presidenta regional.

El cierre de filas en Madrid es hoy casi absoluto, una imagen impensable hace apenas dos años. Este nuevo equilibrio interno llega en un momento personal y político complejo para Ayuso.

En los últimos días ha protagonizado varios incidentes relacionados con su salud, que la han obligado a reducir agenda, y sigue lidiando con los problemas judiciales de su pareja, Alberto González Amador.

Aunque insiste en separar su vida personal de la gestión pública, el foco mediático es constante. En ese contexto, reforzar la estabilidad interna del partido también es una forma de blindarse.

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