Las galletas de Navidad caseras son uno de esos gestos que no necesitan explicación, solo basta con encender el horno y dejar que el olor a mantequilla, canela y azúcar recorra la casa para que todo vuelva a su sitio. No es solo una receta, es una escena repetida año tras año, una mesa llena de harina, manos manchadas y charlas que se alargan sin prisa. Las galletas de Navidad caseras saben a infancia porque se hacen despacio y sin perfección, como se hacían antes.
En cada bocado hay algo más que ingredientes, hay sobremesas largas, tazas de chocolate caliente y la sensación de que el tiempo, por unas horas, se detiene. Por eso las galletas de Navidad caseras no se compran, se preparan, se esperan, se comparten, y casi siempre, se acaban antes de lo previsto porque nadie resiste pasar por la cocina sin coger una más.
3Olor y sabor a Navidad
Una vez fuera del horno, debes dejar que las galletas se enfríen, aunque cueste, ya que es sumamente importante. Es en ese momento cuando las galletas de Navidad caseras terminan de asentarse y se vuelven perfectas para acompañar una sobremesa larga. Puedes decorarlas o dejarlas tal cual; lo importante no es el aspecto, sino lo que provocan.
Al final, hacer las galletas de Navidad caseras es una forma de cuidar y demostrar nuestro amor a otros sin decirlo en voz alta. Es seguir una tradición sencilla que no pasa de moda y que, año tras año, vuelve a unir a la gente alrededor de una mesa. Y eso, más que una receta, es un pequeño ritual.






