El divorcio llega con la cuesta de enero como una consecuencia directa de unas Navidades que, lejos de unir, terminan siendo la gota que colma el vaso. La convivencia forzada durante las fiestas, las comidas interminables con la familia política, los niños sin colegio durante semanas y el estrés económico crean un cóctel explosivo. Lo que debería ser una época de paz y celebración se convierte en un campo de batalla doméstico donde afloran todos los problemas que la pareja llevaba meses o años tapando bajo la alfombra.
EL «DÍA D» QUE LOS ABOGADOS CONOCEN MUY BIEN
Los profesionales del derecho de familia han bautizado el primer lunes hábil de enero como el «Día D», el día del divorcio. Ese lunes, los despachos reciben un aluvión de llamadas y consultas de parejas que han tomado la decisión definitiva durante las vacaciones navideñas. No es una exageración ni un mito urbano: las cifras oficiales demuestran que el primer trimestre del año concentra el 26% de todas las demandas de disolución matrimonial en España, un porcentaje desproporcionado si lo comparamos con cualquier otro periodo.
Los bufetes especializados en rupturas matrimoniales se preparan para esta avalancha con meses de antelación. Refuerzan plantillas, amplían horarios y habilitan turnos extra porque saben que enero es su mes más intenso. La separación se convierte en la solución más clara después de sobrevivir a unas Navidades que han funcionado como un examen de resistencia que muchas parejas simplemente no superan.
NAVIDAD: EL EXAMEN QUE SUSPENDEN LAS PAREJAS EN CRISIS
La Nochevieja que terminas odiando a tu pareja no surge de la nada. Durante el resto del año, muchas parejas mantienen rutinas que les permiten evitarse: horarios laborales diferentes, actividades separadas, espacios propios. Las fiestas navideñas obligan a una convivencia intensa las 24 horas que desnuda todas las grietas de la relación. Desayunar, comer y cenar juntos todos los días durante dos semanas puede ser maravilloso o insoportable, dependiendo del estado real de la pareja.
Las discusiones se multiplican por temas que parecen triviales pero revelan conflictos profundos. Dónde pasar Nochebuena, cuánto gastar en regalos, quién cocina, quién friega, cómo educar a los hijos. Cada decisión se convierte en un pulso donde afloran reproches acumulados, diferentes valores y estilos de vida incompatibles que durante el año permanecían ocultos bajo la rutina del trabajo y las obligaciones.
LA FAMILIA POLÍTICA: EL INGREDIENTE QUE LO EMPEORA TODO
Si la convivencia intensa con la pareja ya es complicada, añadir suegros, cuñados y tíos políticos a la ecuación puede resultar demoledor. Las comidas familiares navideñas son un territorio minado donde se ponen a prueba la diplomacia, la paciencia y la unidad de la pareja. Los comentarios inoportunos de la familia política sobre cómo educar a los niños, el trabajo, el dinero o la vida en pareja encienden mechas que explotan horas después en la intimidad del hogar.
Muchas rupturas de enero tienen su origen en discusiones posteriores a estas reuniones familiares. Uno de los cónyuges no defendió al otro frente a un comentario ofensivo, o al contrario, se puso demasiado a favor de su familia de origen. La ruptura madura en esos momentos, donde uno se siente solo frente a dos bandos, sin el apoyo incondicional que esperaba de su pareja, y ese sentimiento de abandono se vuelve insoportable cuando se repite comida tras comida.
LOS NIÑOS SIN COLE: CUANDO EL AMOR SE QUEDA SIN ESPACIO
Las vacaciones escolares de Navidad son una bomba de relojería para las parejas con hijos. Durante semanas, los niños están en casa sin horarios, sin actividades extraescolares, demandando atención constante y generando un nivel de caos que pone a prueba los nervios más templados. Gestionar a los críos sin tregua magnifica las diferencias en estilos educativos que habitualmente se diluyen cuando los pequeños pasan gran parte del día en el colegio.
Las peleas sobre crianza se recrudecen: quién es demasiado permisivo, quién demasiado estricto, quién no colabora lo suficiente. El agotamiento físico y mental de atender las demandas infantiles constantes sin descanso deja a ambos miembros de la pareja irritables y sin energía para cuidar la relación. El divorcio aparece como una salida cuando se dan cuenta de que funcionan mejor como padres separados que como pareja atrapada en una convivencia agotadora donde ya no queda espacio para el amor.
ENERO: CUANDO LA DECISIÓN SE CONVIERTE EN ACCIÓN
El año 2024 cerró con 82.991 divorcios en España, un 8,2% más que el año anterior según el Instituto Nacional de Estadística, y enero fue el mes que marcó el inicio de buena parte de esos procesos. Muchas parejas llegan al 31 de diciembre con la certeza de que no quieren pasar otra Nochevieja juntos. Las campanadas se convierten en el momento simbólico donde se confirma lo que ya sabían: que la relación está muerta y que alargarla solo genera más sufrimiento.
Los primeros días de enero traen una claridad brutal. Acabadas las fiestas, sin excusas familiares ni obligaciones sociales, toca mirar de frente la realidad de una relación rota. Solicitar el divorcio deja de ser una idea aterradora y se transforma en el acto de valentía que permite cerrar un capítulo y empezar de nuevo. Los abogados lo saben: enero no es el mes que destruye matrimonios, es simplemente el mes en que las parejas encuentran el valor para reconocer que el divorcio es la única salida honesta a una convivencia que ya no funciona.









