La horchata casera es mucho más que una bebida fría, es una costumbre, un recuerdo de veranos largos y una forma muy concreta de combatir el calor como se ha hecho siempre en Valencia. Prepararla en casa tiene algo de gesto pausado, de volver a lo sencillo y de entender que el sabor auténtico no necesita atajos ni versiones industriales. Cuando se hace bien, refresca de verdad y deja ese punto dulce y natural que invita a otro vaso.
La horchata casera también es una manera de respetar el producto y el proceso. No se trata solo de mezclar ingredientes, sino de darles tiempo, de dejar que la chufa libere todo su aroma y de ajustar el dulzor con criterio. Quien se anima a prepararla descubre que no es complicada, pero sí exige atención y cierta paciencia para lograr ese resultado cremoso y limpio que recuerda a las mejores horchaterías valencianas.
2Preparación, tiempo y mimo
El primer paso para la horchata casera es poner las chufas a remojo durante varias horas, incluso toda la noche, cambiando el agua un par de veces. Este proceso es fundamental para hidratarlas bien y eliminar posibles impurezas. Una vez rehidratadas, debes escurrirlas y triturarlas con parte del agua fría hasta obtener una pasta fina y homogénea.
Después, debes colar la mezcla con una tela fina o un colador muy cerrado, presionando bien para extraer todo el líquido. A ese jugo blanco se le añade el resto del agua y el azúcar, removiendo hasta que se disuelva por completo. La horchata casera debe reposar en frío antes de servirla, porque el reposo mejora la textura y redondea el sabor.
