El éxito de Unidas por Extremadura supone un hito en un contexto adverso para la izquierda transformadora y marca un punto de inflexión en el debate estratégico del espacio a la izquierda del PSOE. La candidatura liderada por Irene de Miguel logró una victoria histórica para la izquierda alternativa en Extremadura: pasó de cuatro a siete diputados, superó el 10% de los votos y rompió una tendencia de retroceso que castigaba a este ámbito político desde hace años.
En términos comparados, y aunque no absorbió todo el derrumbe socialista, prácticamente dobló sus escaños respecto a las últimas autonómicas y supera incluso los resultados de Podemos en solitario en 2015, en pleno auge del partido. La coalición —integrada por Podemos, Izquierda Unida y Alianza Verde— mejoró además en cerca de 20.000 votos pese a la caída de la participación. Izquierda Unida sale especialmente beneficiada del acuerdo, con cuatro escaños frente a los tres de Podemos, y dobla su representación previa.
Más allá del dato electoral, el caso extremeño cristaliza tres elementos clave: una buena candidata, Irene de Miguel; la reedición de una fórmula, Unidas Podemos, que actuó como referente de las coaliciones entre 2016 y 2023 y devolvió al marxismo al Gobierno español tras ocho décadas de ausencia; y el hartazgo creciente en la izquierda transformadora hacia Sumar.
Este cansancio se explica tanto por la incapacidad del proyecto para orientar las políticas del Gobierno como por la mala imagen acumulada de Yolanda Díaz, encastillada en una camarilla elitista y empeñada en continuar controlando el espacio tras el fracaso de su Movimiento Sumar, que de facto carece de relevancia territorial.
El resultado ha tenido ya consecuencias orgánicas. En Izquierda Unida, el precedente extremeño ha llevado a aplazar la consulta interna sobre un eventual pacto con Sumar para concurrir juntos a las elecciones de Castilla y León.
En esa comunidad, las opciones reales de obtener escaño son mínimas: Podemos es la única fuerza del espacio con posibilidades en la provincia de Valladolid, pese a la decisión del procurador Pablo Fernández de no repetir como candidato, aun contando con tirón electoral. El debate, sin embargo, ya no gira solo en torno a la suma aritmética, sino a quién lidera y con qué proyecto.
En Aragón, la inquietud se ha instalado también en Izquierda Unida ante la negativa de Chunta Aragonesista —integrada en la coalición Sumar— a apostar por un acuerdo de la izquierda transformadora.
La ley electoral aragonesa, relativamente fácil para obtener representación con un 3%, permitiría a las fuerzas concurrir en solitario; sin embargo, las encuestas advierten de un riesgo real: IU y Podemos podrían quedarse fuera si compiten por separado. Este escenario podría empujarles a unirse por primera vez en Aragón, con la experiencia extremeña como argumento político y organizativo.
Donde el entendimiento parece más lejano es en Andalucía. Allí, Por Andalucía podría reeditarse sin la presencia de Podemos, ya que el grupo está controlado de facto por el yolandismo, pese a la nula estructura de Sumar en el sur. La paradoja andaluza evidencia uno de los problemas centrales del proyecto: un liderazgo fuerte en lo simbólico y mediático, pero débil en implantación territorial y capacidad de articulación real.
CAMINO EN SOLITARIO O PACTO SIN TUTELA DEL YOLANDISMO
Podemos, por su parte, emprendió hace años un camino en solitario que ahora le sitúa en una posición distinta. Algunas encuestas ya le otorgan una fuerza cercana o incluso superior a la de Sumar, pese a que esta última integra a IU, Catalunya en Comú o Compromís, además del propio yolandismo.
Con ese respaldo, el partido morado se muestra dispuesto a reconciliarse con IU o con los comunes si se dan dos condiciones: que el yolandismo deje de liderar el espacio, pese a que incluso en la órbita de Podemos se reconocen las buenas labores de algunos ministros de Sumar encabezados por la propia Díaz, y que se levanten los vetos a sus dirigentes, como ocurrió en 2023. La lectura interna es clara: la unidad es posible, pero no bajo un liderazgo que consideran amortizado.

En ese contexto, Yolanda Díaz es consciente de su desgaste, pese a los mimos mediáticos que recibe desde grupos hostiles a Podemos como Atresmedia o Prisa (que vetan la presencia de personas proclives a los morados en sus tertulias). No es casual que ofreciera a Unai Sordo la candidatura del espacio en unas futuras elecciones generales, lo cual confirma tanto la búsqueda de una salida, que podría ser simplemente estética, ya que podría reeditarse Sumar con una nueva marca, tal y como avanza El Confidencial, como la dificultad para recomponer la credibilidad del proyecto.
Podemos, sin embargo, ha marcado líneas rojas adicionales: no se unirá si el yolandismo pretende seguir al frente, ni es favorable a un acuerdo con ERC o EH Bildu, pese a que hace unos años defendía esa opción.
Los argumentos morados para rechazar el envite son que la izquierda abertzale mantiene su propia agenda, y en Catalunya la división es evidente: mientras Gabriel Rufián abona la unión, Oriol Junqueras se muestra contrario.
Esta posición genera algunas críticas internas en Podemos, donde algunos sectores consideran que un ‘Frente Popular’ amplio podría ser la mejor herramienta para frenar la ola reaccionaria que se avecina.





