El té de laurel ha pasado años ocupando un discreto segundo plano en la despensa, casi siempre reservado para aromatizar guisos y caldos, pero pocas veces pensado como una bebida con entidad propia. Sin embargo, cada vez son más las personas que miran hacia las infusiones tradicionales buscando pequeños gestos diarios que ayuden a sentirse mejor sin recurrir siempre a soluciones artificiales. En ese regreso a lo natural, el té de laurel empieza a ganar protagonismo.
El té de laurel forma parte de una tradición milenaria en España y en muchos otros países, donde las hierbas medicinales se han utilizado durante siglos para aliviar molestias digestivas, calmar el cuerpo y acompañar procesos de recuperación. Aunque no goza de la popularidad de la manzanilla o el jengibre, sus hojas concentran propiedades aromáticas y terapéuticas que, tomadas de forma regular, pueden provocar cambios perceptibles en el organismo.
1Un aliado para la digestión y el confort intestinal
Uno de los efectos más comentados del consumo habitual de el té de laurel tiene que ver con el sistema digestivo. A falta de estudios concluyentes, la experiencia acumulada en la medicina popular señala que esta infusión puede ayudar a aliviar la pesadez, mejorar las digestiones lentas y combatir el estreñimiento, un problema más común de lo que se suele admitir.
Además, los aceites esenciales presentes en la hoja de laurel parecen actuar frente a bacterias y hongos responsables de la hinchazón abdominal y la flatulencia. Tomar el té de laurel después de las comidas, siempre como complemento de una dieta equilibrada, puede contribuir a reducir esa sensación incómoda de tripa inflamada que aparece al final del día.





