El té de laurel ha pasado años ocupando un discreto segundo plano en la despensa, casi siempre reservado para aromatizar guisos y caldos, pero pocas veces pensado como una bebida con entidad propia. Sin embargo, cada vez son más las personas que miran hacia las infusiones tradicionales buscando pequeños gestos diarios que ayuden a sentirse mejor sin recurrir siempre a soluciones artificiales. En ese regreso a lo natural, el té de laurel empieza a ganar protagonismo.
El té de laurel forma parte de una tradición milenaria en España y en muchos otros países, donde las hierbas medicinales se han utilizado durante siglos para aliviar molestias digestivas, calmar el cuerpo y acompañar procesos de recuperación. Aunque no goza de la popularidad de la manzanilla o el jengibre, sus hojas concentran propiedades aromáticas y terapéuticas que, tomadas de forma regular, pueden provocar cambios perceptibles en el organismo.
3Antioxidantes, efecto calmante y precauciones
Incorporar el té de laurel a la rutina diaria también supone un aporte interesante de antioxidantes, minerales y fibra. Los antioxidantes ayudan a combatir el estrés oxidativo, relacionado con el desarrollo de enfermedades crónicas, lo que convierte a esta infusión en un buen complemento dentro de una alimentación variada y consciente.
A estas propiedades se suman un ligero efecto analgésico, calmante y diurético, que favorece la eliminación de líquidos y puede contribuir a una sensación general de ligereza. Eso sí, no todo es para todos. Algunas personas pueden ser alérgicas al laurel y su consumo no se recomienda en personas con diabetes ni en mujeres embarazadas. Como ocurre con cualquier remedio natural, el té de laurel debe entenderse como un apoyo, no como un sustituto de un estilo de vida saludable ni de la supervisión médica cuando es necesaria.
