Con muy poca repercusión se acaban de cumplir los 75 años de la terrible explosión ocurrida en la base de Defensas Submarinas de la Armada, sita en el barrio gaditano de San Severiano, que causó 147 muertes, unos 10.000 heridos y una tremenda destrucción en la ciudad.
Desgraciadamente fuere del ámbito local apenas ha tenido repercusión, e incluso el actual Gobierno Municipal de Cádiz se ha limitado a organizar una ofrenda floral y a ampliar las visitas a la exposición, sin hacer un homenaje a las víctimas.
Para recordar la tragedia que acaeció a primeras horas de la noche del 18 de agosto de 1947 nos tenemos que remontar a cinco años atrás, a mediados de 1942 en plena Segunda Guerra Mundial, que fue cuando la Armada española estuvo almacenando armamento naval, principalmente minas, para usarlas ante un hipotético desembarco aliado por el sur de España. La instalación elegida fue la de las antiguas dependencias de los astilleros Echevarrieta y Larrinaga (actualmente propiedad de Navantia), junto al barrio gaditano de San Severiano, en Cádiz, reconvertida a tal efecto en Base de Defensas Submarinas. El objetivo era almacenar en este polvorín en torno a 16.000 artefactos para minar las zonas donde se produciría el hipotético desembarco. Finalmente, y aunque en julio de 1943 la invasión aliada se produjo por Italia, se mantuvo el almacenaje, que incluso se aumentó con cargas de profundidad alemanas o WasserBombe del modelo D, por sus siglas WBD, que a la postre causaron el desastre, como nos confirmó José Antonio Aparicio Florido, que lleva muchos años documentando el tema y ha escrito cuatro libros acerca del trágico evento.
Según un inventario, obtenido por el citado autor, el 15 de julio de 1947 en la instalación de la Armada estaban almacenados en torno a 2.200 artefactos explosivos, entre minas submarinas, torpedos y cargas de profundidad. Aunque en concreto en el almacén nº 1, donde antes se asentaba un taller para torpedos, se almacenaban 596 cargas de distintos modelos: 378 unidades del modelo Torpedini, seis Vickers, 120 rusas B1-M1, 25 WBA, 17 WBE y 50 WBD. Treinta y tres días después, el 18 de agosto a las diez menos cuarto de la noche, estalló dicho almacén, con el trágico balance citado.
Pero, ¿por qué explotó? De nuevo la respuesta nos la da el investigador José Antonio Aparicio Florido, que nos explica que las citadas 50 cargas WBD estaban rellenas de 125 kilogramos de un explosivo muy anticuado ya para la época, algodón pólvora, en vez del trinitrotolueno (el TNT o trilita) que sustituyó al primero como explosivo común. La noche del 18 de agosto de 1947 ocurrió lo que tenía que suceder cuando se almacenan 6.250 kg de nitrocelulosa en un nave que no es un polvorín, bajo una techumbre de uralita de 2.900 metros cuadrados sometida a las altas temperaturas de Cádiz en agosto. El problema del algodón pólvora o nitrocelulosa es que es mucho más inestable, sobre todo cara a su almacenaje, que debe ser en almacenes con una temperatura de 12º a 15º C, y que ya a 30º C se dispara el proceso de desestabilización, según publicó el licenciado en Ciencias Químicas Miguel Ángel López Moreno en un artículo sobre la explosión publicado en 2010, en el medio oficial de la Armada, la Revista General de Marina.
Dicho autor explica en su trabajo que “ocurrió lo que más tarde o más temprano tendría que pasar, lo inevitable: su descomposición exotérmica y autocatalítica hasta la explosión. Detonó la primera carga, arrastró a las demás y al resto de minas que había en el almacén n.º 1”.
Aunque, la investigación oficial no fue capaz, o no pudo por presiones, de determinar las causas reales de la explosión, ahora también sabemos, gracias a un documento descubierto por Aparicio Florido, que tres días después de la explosión se ordenó a todos los navíos de la Armada “que lleven cargas de profundidad cuyo explosivo no sea trilita o se desconozca, procedan al desembarco de ellas”. Esta decisión parece indicar que los mandos del entonces Ministerio de Marina, al menos, sospechaban las causas concretas de la explosión.
Todo indica que los responsables de la Base de Defensas Submarinas desconocían que las citadas cargas de profundidad WBD estaban cargadas con algodón pólvora, cuando ya tras el final de la Primera Guerra Mundial se dejó de usar en favor del TNT, mucho más seguro y estable.
Una vez más, Aparicio Florido nos explica que lo más seguro es que dichas WBD procedieran de la munición antisubmarina que llevaban a bordo tres destructores italianos que recalaron en el Arsenal de Mahón (Menorca) en 1943. En concreto en la jornada del 10 de septiembre de dicho año, los tres escoltas “Mitragliere”, “Fuciliere” y “Carabiniere”, junto al crucero “Attilio Regolo”, atracaban en la instalación naval española, principalmente para desembarcar a los cientos de heridos, que produjo el ataque y hundimiento del acorazado “Roma” la jornada anterior, por parte de bombarderos alemanes, que intentaron neutralizar la entrega de la Flota italiana a los aliados tras el cambió de bando de los transalpinos. Tras quedar internados, se procedió al desembarco de las citadas cargas de profundidad que armaban los tres destructores, que se trasladaron a la Base de Defensas Submarinas, sin saber que contenían algodón pólvora, algo ilógico en la época en que lo estándar era el TNT, sin quedar claro si las WBD fueron cargadas con éste en origen por los fabricantes alemanes o tras su entrega a los italianos por parte de éstos.