La historia de la histeria femenina que se curaba con un vibrador

Lo más seguro es que, con el paso del tiempo, hayas escuchado hablar de una «enfermedad» que afectaba solo a las mujeres. La ponemos entra comillas porque se trataba de una enfermedad inventada. Hablamos de la histeria femenina. Con ella, vino también el invento del que ahora es uno de los juguetes sexuales más vendidos. Sí, el vibrador. Con todos estos elementos, la historia no puede ser más que interesante.

En la actualidad, decirle a alguien que está histérica o histérico es tomado de mala manera. Incluso como una ofensa. Sin embargo, en el siglo XIX, era una señal clara de que las mujeres que se encontraran con esta dolencia debían acudir de forma rápida a un doctor. Este las «curaba» en el momento a través de métodos sexuales que no se consideraban como tal.

Descubre la curiosa historia de la histeria femenina que se curaba con un vibrador.

La histeria femenina, de gran recorrido en la época victoriana

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En el siglo XIX aparecieron muchos de los inventos de los que, perfeccionados, gozamos hoy en día. Sin embargo, no fue una época demasiado prolífera en cuanto a los temas sexuales se refiere, ya que la sexualidad era más tabú que nunca.

Durante la época victoriana, era demasiado frecuente escuchar que la mujer sufría de histeria femenina, una enfermedad cuyos síntomas solían ser apatía, mal humor o irascibilidad. Aunque ahora, si nos llaman histéricos, nos ofendemos, antes era una de las causas por las que las mujeres más iban al médico.

Y es que era el mismo médico quien quitaba estas dolencias en las consultas. Según ellos, otros de los síntomas frecuentes eran los espasmos musculares, la irritabilidad, los dolores de cabeza e incluso desfallecimientos.

El remedio sexual para curar la enfermedad

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A pesar de que nadie tenía una explicación clara sobre estos malestares que afectaban a las féminas, nadie dejaba de investigar. De repente, un grupo de médicos afirmó que se trataba de histeria femenina. La consideraron una enfermedad relacionada con la tensión sufrida por las mujeres en la época moderna.

El remedio para curar esta enfermedad no podría ser más extraño. Sobre todo, eran las vírgenes, las monjas, las viudas y casadas quienes más lo padecían. Los médicos decidieron tratarlo a través de un masaje pélvico y, más tarde, con un vibrador.

El masaje consistía en estimular de forma manual los genitales hasta que ella llegara hasta lo que denominaron como paroxismo histérico. Esto, en realidad, era el orgasmo conocido por todos hoy en día.

El vibrador, el invento para curar la histeria femenina

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Muchas eran las pacientes diagnosticadas con histeria femenina. Además de eso, los médicos ya no podían dar abasto, por lo que comenzaron a sufrir dolencias propias como dolores en las manos. Debido a ello, se las ingeniaron para inventar alguna ayuda.

Con este motivo, aparecieron aparatos para poder dar los masajes pélvicos de forma más automática. A veces, los médicos podían estar incluso varias horas con este remedio, por lo que necesitaban algo que les ahorrara tiempo y esfuerzo.

Uno de los primeros pasos los dio un médico estadounidense llamado George Taylor. Este, en 1869, creó una especie de instrumento vibratorio, que funcionaba a vapor, y que él mismo patentó bajo el nombre de The Manipulator.

La perfección del vibrador por parte de los médicos

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A pesar de que tenía buena pinta en la época, lo cierto es que The Manipulator no consiguió alcanzar el éxito que pretendía. Resultó ser un aparato incómodo de vibraciones demasiado rápidas. No facilitaba el trabajo, sino que lo entorpecía.

Fue el británico Joseph Mortimer Granville quien creó, años después, un vibrador electromecánico que sí resultó ser un éxito. Conseguía que las mujeres alcanzaran el paroxismo histérico en menos de diez minutos. Se convirtió en el primer vibrador con forma fálica.

Después de estos primeros inventos, en el año 1902, ya en el siglo XX y con la histeria femenina más pausada, la compañía de Estados Unidos Hamilton Beach, decidió lanzar al mercado su primer vibrador eléctrico.

Su salto al mercado aparte de la histeria femenina

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De esta manera, este tipo de aparatos empezaron a dejar de ser de forma exclusiva de uso médico y se pasaron a comercializar. Se vendían como un instrumento tanto útil como satisfactorio.

A mediados del siglo XX, la reputación de los elementos vibratorios cambió. La Asociación Americana de Psiquiatría declaró, de forma oficial, que la histeria femenina no era ningún tipo de enfermedad.

Otros factores que ayudaron a romper con esta creencia fue la pornografía. También ayudó a normalizar el uso del vibrador como juguete sexual, pues las actrices aparecían con él en las películas.

La enfermedad que no fue tal

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Antes de esto, algunos médicos de la época victoriana reconocían que el desorden de la histeria femenina, en realidad, se daba por la insatisfacción sexual. En esta etapa, la sociedad estaba marcada por un puritanismo llevado al extremo y una fuerte represión sexual.

Este es el motivo por el que los médicos se dieran cuenta de que la «enfermedad» solo afectara a mujeres monjas, vírgenes, viudas y casadas. Las últimas aparecieron en la lista porque, a pesar de que lo que se pudiera pensar, la realidad era que no gozaban de una vida sexual plena con sus maridos.

La razón es que, por la época, las relaciones íntimas solo tenían como fin la reproducción. Para llevarlas a cabo, se empleaba una sábana con un pequeño agujero a la altura del órgano sexual femenino. No se las veía desnudas.

El cambio sexual en la sociedad

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Afortunadamente, hoy en día la realidad para las mujeres es diferente a como era hace muchos años. En la actualidad, las mujeres gozan de su sexualidad como los hombres y cada vez son más los tabúes que se rompen al respecto.

De hecho, si algo hay que agradecerle a la histeria femenina es que, gracias a ella, no hace falta tener pareja para gozar del sexo. Y eso, en parte, es debido al invento del vibrador, que ya solo se usa de forma particular.

Podemos encontrar una extensa variedad de ellos en el mercado. Ahora los hay de muchos colores, formas y tamaños, así como con objetivos distintos. No todos cuentan con forma fálica, pues uno de los más demandados ha sido, por ejemplo, el succionador de clítoris.