Las mil y una noches de Juan Carlos que le habrían devuelto a Arabia

El rey emérito ha abandonado el país, pero su marcha, más que un exilio, van a ser las vacaciones de lujo con las que todos soñamos. Con todo el planeta a su disposición y un buen dinero para gastar. Pero ahora mismo Juan Carlos es el Wally español porque pocos saben hacia donde ha encaminado sus renqueantes pasos de anciano multifracturado. El misterio de su nuevo escondrijo tiene a los medios en vela, que lanzan conjeturas en vista de que no hay forma de tirarle de la lengua a las personas de su círculo cercano.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, fue uno de los primeros en conocer la noticia de que Juan Carlos I ya tenía las maletas hechas, pero se negó a responder a las preguntas de los periodistas, que pedían saber donde pensaba establecerse el exmonarca. «Corresponderá a su persona o a la Casa Real dar a conocer esta información, no al Gobierno de España. Hablamos de instituciones distintas”, así se escaqueaba Sanchez, pasándole la patata caliente al actual rey Felipe VI. Sin embargo, la Casa Real tampoco ha hecho público ningún dato acerca del paradero de Juan Carlos. 

Las especulaciones barajaban Portugal como destino, ya que fue en Estoril donde su padre, Don Juan de Borbón, se refugió durante su exilio, y fue alli donde Juan Carlos pasó su infancia. Esta opción fue descartada, por ser demasiado obvia y poco discreta y se barajó la posibilidad de que hubiese puesto rumbo a República Dominicana para establecerse con los Fanjul, una familia adinerada muy conocida en Latinoamérica, con la que parece mantener muy buenas relaciones. Pero las últimas noticias sitúan al emérito en Abu Dabi, después de haber sido visto llegando al aeropuerto de la capital de Emiratos Árabes. Haciendo un repaso de las relaciones del pasado, no es de extrañar que haya elegido este emplazamiento para pasar lo que él mismo ha definido como ‘un paréntesis’.

ESTRECHOS VÍNCULOS CON ARABIA SAUDÍ Y LA INDUSTRIA DE LAS ARMAS

Las relaciones del exmonarca con la Casa Real saudita son muy estrechas y se remontan a los años 70 y 80, cuando gobernaba el rey Fahd. En aquella época, un poderoso traficante de armas llamado Adnan Khashoggi comenzó a visitar con frecuencia nuestro país y pasaba los veranos en Marbella, donde organizaba espectaculares fiestas privadas a las que asistían empresarios, políticos, artistas, cantantes, deportistas y otras celebridades. Khashoggi estaba muy bien relacionado con la jet set de todo el mundo, algo imprescindible para el tipo de negocio al que se dedicaba, y llegó a considerársele como el hombre más rico del mundo. Prácticamente cualquier transacción relacionada con armas tenía que pasar por él. Su estrella se fue apagando a causa de diversos escándalos y fue juzgado en varios países por una serie de delitos. La amistad de Juan Carlos I y el capo se prolongó hasta la muerte de este último hace apenas unos años.  

En las últimas décadas de nuestra historia, España se ha beneficiado económicamente del negocio de las armas con Arabia Saudí. La fabricación de misiles inteligentes y otras herramientas para la guerra se disparó especialmente en 2015, cuando estalló la guerra de Yemen, una circunstancia que enriqueció al país, pero que despertó las protestas de muchas organizaciones no gubernamentales y dañó gravemente la imagen exterior de España. 

Pero también se llevaron a cabo otros negocios como el que se ha destapado en el ‘Caso Corinna’ y que ha desembocado en la huida de nuestro rey emérito. Resumiéndolo mucho, Juan Carlos I actuó como intermediario para conseguir que empresas españolas como Indra, OHL y otras, firmasen el contrato para la construcción de una línea férrea de 450 kilómetros entre las ciudades de Medina y La Meca. Otra de las intermediarias fue Shahpari Zanganeh, la viuda de  Khashoggi, el amigo de correrías de Juan Carlos I, que también se llevó un buen ingreso de comisión. Al menos eso es lo que dicen, porque Khashoggi lo niega todo. 

Como vemos, el vínculo de Juan Caros con esta región de Asia Occidental no es algo reciente y va mucho más allá de la simpatía, la afinidad política y filosófica o los negocios. Es algo que comienza a resultar demasiado turbio y que, como todos los sucesos de este 2020, nos hace sentir que estamos viviendo una ficción.