Por qué se les llama ‘mesalinas’ a las mujeres lujuriosas

Existen términos que decimos de forma habitual pero de los que no sabemos realmente su origen o significado. Un ejemplo puede ser el de mesalinas, que quizá no sepas, a simple vista, qué tipo de relación tiene con las mujeres lujuriosas. Sin embargo, ambos se emplean en nuestra lengua como sinónimos.

Existen diccionarios en los que podemos encontrar la definición de mesalina y su relación con el sexo. En el de la RAE no se le da tanta importancia a su relación con lo sexual pero, en otros, sí se especifica de forma concreta que el término está muy relacionado con la lujuria en las mujeres. Esto nos da que pensar y preguntarnos el por qué utilizar este término para referirse al otro.

Hablamos de una palabra interesante y de la que pocos conocen el origen. Descubre por qué se les llama mesalinas a las mujeres lujuriosas.

Definición de «mesalinas»

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Son muchos los diccionarios en los que podemos ver, desde el primer vistazo, la relación que tiene el término mesalinas con lo sexual. Las definen como mujeres de costumbres inmorales o disolutas, en especial en lo referente al sexo. Esto ya nos da una idea clara de lo que significa la palabra.

En el diccionario de la Real Academia Española, en cambio, la referencia a lo sexual queda más bien diluida. En este podemos encontrar una definición algo más escueta. La acepción aparece como «mujer poderosa o aristócrata y de costumbres disolutas». En ambas vemos el mismo nexo común: su definición como disoluta. Es decir, que se entrega de forma fácil a aquello que va en contra de la moral.

Por ello, siguiendo al pie de la letra ambas, podemos afirmar que el término se utiliza de forma frecuente para referirse a mujeres consideradas por la sociedad como libertinas o lujuriosas.

El origen del término y su relación con las mujeres

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Tenemos que echar la vista varios siglos atrás para descubrir el origen de este término. En principio, no era un adjetivo, sino un nombre propio. En concreto, el de la tercera esposa del emperador Tiberio Claudio, uno de los más conocidos del Imperio Romano. El nombre que nos ocupa es Valeria Mesalina, que consiguió hacer de su nombre una denominación para las mujeres que se comportaban como ella: «mesalinas».

Falleció en el año 48 d.C., con tan solo 23 años. Sin embargo, vivió la vida más que ninguna otra, cosa que ha llegado hasta nuestros días gracias a las continuas narraciones de los cronistas de la época. Tras de sí dejó incontables infidelidades, así como una vida llena de diversas promiscuidades.

Su belleza era inigualable, Mesalina lo sabía y, según podemos ver en los escritos que han quedado, no dudó en dar rienda suelta a su ninfomanía. Mantuvo relaciones sexuales con una infinidad de hombres de todos los estatus sociales, pues era algo que no le preocupaba. Estuvo en la cama con gladiadores, cónsules, soldados, nobles y, por supuesto, el emperador.

La vida de Mesalina en el plano sexual

mujeres lujuriosas

La ninfomanía fue la que la llevó a comportarse de esa manera en el plano sexual. Han quedado escritos del poeta Juvena que narran cómo incluso se prostituyó en el barrio de Subura usando un apodo griego para no ser reconocida. Eligió Lycisca, que significa mujer loba. Estaba orgullosa de su lascivia y lujuria y, según Plinio el Viejo, llegó a lanzar un reto al gremio de las prostitutas de la época romana. Quería que participaran en una competición, organizada en palacio por ella misma, mientras aprovechaba la ausencia de su esposo, Claudio, que se encontraba en Britania.

El desafío consistía en que todas supieran aquella que podía mantener relaciones con más hombres en una sola noche. El concurso se iniciaría al anochecer y al mismo acudirían hombres importantes de la corte y otras damas convencidas por la misma Mesalina. Las prostitutas terminaron aceptando el reto propuesto por la noble y enviaron para participar a una representante, la prostituta más conocida de Roma. Era una siciliana conocida como Escila, compartía nombre con el monstruo que aparece en La Odisea, de Homero. El apodo hacía también una clara alusión a sus dotes sexuales. Pero pronto se quedó corto cuando llegaron las «mesalinas».

Cuando llegó la noche, tras haber mantenido relaciones sexuales con nada menos que 25 hombres, Escila terminó rindiéndose. Mesalina, por su parte, fue la que alcanzó la victoria. Superó la cifra cuando llegó al amanecer y aún así siguió compitiendo. Según cuentan los escritos de la época, después de haberse acostado con nada menos que 70 hombres su lujuria no se veía satisfecha. Terminó llegando a la nada normal cifra de 200 hombres ese día. La mujer del emperador llegó a pedirle a Escila que volviera, pero ella se negó aludiendo a que Mesalina parecía tener «las entrañas de acero».

«Mesalinas», el nuevo significado de la palabra

emperatriz mesalina

Después de tales proezas, no cabe duda de que se erigió como todo un mito a nivel sexual. Desde sus andaduras, la lujuria iba relacionada directamente con ella. Morir tan joven no hizo más que acrecentar su fama, como si de toda una estrella se tratara. Cuando su nombre parecía perderse, renació con una nueva definición, la de relacionarlo con las mujeres lujuriosas que se entregaban a las mismas artes que Mesalina.

Como palabra, en un principio, Mesalina era la forma femenina del nombre Mesala. No tardó en cambiar la definición para pasar de ser un nombre propio a un adjetivo en toda regla. Su fama hizo que el nombre adquiriera de forma etimológica un nuevo significado. Representa la idea de una mujer libidinosa, es usado incluso como sinónimo de prostituta, al igual que otros adjetivos como meretriz. Las anécdotas de su lujuria quedaron reflejadas para la posteridad, marcando como mesalinas a todas las mujeres que practicaban, de igual o similar manera, su estilo de vida libertino.

Aunque en el diccionario de la RAE también encontramos, como primera acepción, la de «esposa de Claudio, emperador romano», cuando buscamos la palabra Mesalina, acto seguido nos lleva de forma directa a la definición de esas mujeres poderosas que cuentan con una moral libertina, desde hace siglos también conocidas como «mesalinas».