La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), coincidiendo con la celebración del Día Internacional del Trabajador este 1 de mayo, ha reivindicado el «imprescindible» trabajo que están desempeñando personas refugiadas durante la pandemia del coronavirus.
La entidad ha recopilado los testimonios de cuatro solicitantes de asilo en España que, a pesar del confinamiento derivado del Estado de Alarma, no han podido quedarse en casa estos días porque trabajan en un supermercado, en una farmacia, o en las calles y jardines haciendo tareas de mantenimiento y limpieza.
Se trata de María, Robert, Alphonse y Anna, que están viviendo lejos de sus hogares esta crisis del Covid-19, pero afrontan de forma positiva sus jornadas laborales pese a esta situación excepcional. Los cuatro ven claro que el objetivo común es superar esta nueva adversidad para vivir en pa.
«Mi gran sueño es ser médica», señala María, de 19 años, que llegó de Armenia hace solo un año y medio y está trabajado en una cadena de supermercados durante la crisis sanitaria, empleo que empezó justo al principio de la expansión del coronavirus.
Su solicitud de asilo en España está pendiente de resolución, pero tiene claro que quiere seguir estudiando, Medicina en concreto. Eso sí, actualmente dice sentirse «muy feliz» en su trabajo, ya que es también una forma de «ayudar a España».
Aunque se confiesa triste por todas las personas enfermas y por todas las que han fallecido estos días con motivo del coronavirus, apunta que lo que quiere es «dar buenas emociones» a quienes se cruza durante su jornada laboral.
Anna, que tuvo que huir de Georgia por sufrir violencia de género, hace dos meses empezó a trabajar como auxiliar de farmacia en Madrid. «Me apasiona mi trabajo, así que a pesar de las dificultades estoy muy agradecida», narra.
Si bien, al estar trabajando en estos días difíciles y tener contacto diariamente con muchas personas, reconoce tener «miedo». «Trabajamos con guantes y mascarillas, tenemos desinfectantes, mantenemos la distancia, así que hacemos todo lo posible para protegernos pero también tenemos estrés porque la gente está asustada, está nerviosa y todo esto nos afecta», cuenta.
«OJALÁ QUE SE ACABE TODO ESTO»
Por su parte, Robert, de 24 años y nacido en Guinea Conakry, trabaja en una empresa de jardinería y limpieza durante este crisis sanitaria. «Mi trabajo en estos momentos está siendo muy complicado porque hay una situación de extrema precaución», señala. «Ojalá que se acabe todo esto», agrega.
El joven se queja de que en algún momento se ha sentido discriminado estos días por ser migrante y «parecer sospechoso de estar incumpliendo la normativa de confinamiento» cuando tiene que desplazarse a su lugar de trabajo. Robert, que llegó en 2016 a Gran Canaria en una patera desde Marruecos, se siente afortunado respecto a otros que han pasado por lo mismo, y agradece haber podido estudiar con el apoyo de CEAR porque le ha servido para encontrar un empleo.
También Alphonse, un camerunés de 32 años, llegó a España en patera en junio de 2016. Fue un «viaje duro», tal y como explica, pero motivado «por la esperanza de tener una vida mejor, poder estudiar y luego trabajar». «Ya que España ha sido el país de mi nuevo comienzo, me siento feliz y trato de hacer bien lo que me toca hacer», recalca.
Según sostiene, su trabajo de jardinero estos días ha cambiado mucho. «Se han tomado las medidas para poder trabajar y evitar los contagios, tenemos las mascarillas, guantes, gel», especifica, incidiendo en que esta es la realidad con la que hay que «aprender a vivir».