El PP y Vox utilizan ‘el comunismo invisible’ para tumbar a Sánchez

  • Casado y Abascal agudizan sus críticas a 'las políticas comunistas', que no son tales.
  • El Partido Popular y Vox utilizan ejemplos de la Unión Soviética y Venezuela para asustar.
  • El PSOE y Unidas Podemos se mueven entre el socialiberalismo y la socialdemocracia.
  • «Mis hijos son míos y un comunista no me va a decir cómo educarlos». Con esta desafortunada frase Pablo Casado justificaba el aberrante pin parental ideado por Vox. Pero hay más: el líder de la oposición se negó a facilitar la abstención a Sánchez por querer formar un Gobierno «comunista».

    Santiago Abascal no se queda atrás y, tras seguir vía online una sesión de control al Gobierno, escribió hace unos días: «Insufrible escuchar al vicepresidente dando lecciones de democracia. Este nostálgico del comunismo, con mansión propia y aliado de narco-tiranías asesinas, reparte los carnets de demócrata y amenaza con la guerra civil y la lucha de clases desde la tribuna a todos los españoles».

    La presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso afirma que el Gobierno central tiene «de nombre Izquierda y de apellido Comunista». ¿Qué hay en realidad de ese comunismo utilizado como espantajo por parte del PP y Vox?

    VIAJE A UN COMUNISMO INVISIBLE

    El Partido Comunista de España aceptaba la propiedad privada y renegaba de facto de la economía centralizada desde los años sesenta. El comunismo, tal y como lo advierten PP y Vox, solo se defiende desde tres trincheras extraparlamentarias: el PCPE, el PCTE y, especialmente, el Frente Obrero.

    Pero hay más: la derecha llega a utilizar a la II República, en la que gobernó la derecha, para hablar de comunismo. Olvidan el PP y Vox que el regreso de este sistema de Gobierno se hizo por un pacto entre liberales de derechas, centristas burgueses, republicanos liberales y socialistas. El PCE, de hecho, no aplaudió el cambio de Régimen y no se aliaría al PSOE hasta febrero de 1936 por temor al fascismo que llegaba.

    PODEMOS Y COMUNISMO

    Podemos, que nació en 2014, lo hizo con un programa económico populista y poco trabajado. Pero los morados olvidaron su retórica de tintes marxistas a partir de 2015 y pasaron por apostar por un programa socialdemócrata, postmodernista y bobó (el ecofeminismo de los burgueses bohemios). Nacho Álvarez, socialdemócrata, es desde hace unos años el capitán económico de la nave morada.

    Pero el PP y Vox creen que pueden dañar al Gobierno central con términos como «comunista», que retrotraen al extinto ‘bloque del Este’, a Venezuela o a museos antimarxistas tolerados por los Estados Unidos como Corea del Norte.

    PROHIBIDO PROHIBIR

    El PP y Vox engañaron a sus electores al asegurarles a través de las redes sociales que el Gobierno central había prohibido el despido. En realidad, el Ejecutivo español, al igual que el griego o el italiano, prohibió despedir por causas relacionadas con el COVID-19.

    Pero el empleador pudo acogerse a otras modalidades de despido. Una vía, eso sí, más cara para él. Eso no significa que se coarte de la libertad del empresariado, beneficiado por el rescate de cuatro millones de trabajadores (los ERTE).

    comunismo
    Iglesias

    Elvira Rodríguez, del PP, explicó por qué su partido se opuso a la medida: «Son medidas que hacen más costosa la crisis a las empresas y ponen en grave riesgo el empleo (…) Es un yo invito y tu pagas, porque el coste recae en su totalidad sobre las empresas porque el negocio perdido no se puede recuperar».

    Iván Espinosa de los Monteros apostó por su manual irónico y perezoso: «Ustedes siguen el modelo comunista que quiere castigar y luego expropiar el sector productivo», según él con la intención de que el Gobierno compre «a los ciudadanos con una renta básica».

    ESTÍMULOS Y PROTECCIÓN

    Al Gobierno los ERTE le van a costar alrededor de 4.000 millones de euros y el Ejecutivo, en un guiño al turismo, va a hacer excepciones en el mantenimiento del empleo durante seis meses a las empresas que se hayan acogido a esta medida proteccionista, no comunista.

    Pero el PP y Vox critican todos los estímulos gubernamentales y todas las herramientas proteccionistas. Jorge Buxadé, eurodiputado por parte del partido que lidera Abascal, llamó incluso «paguita» a la renta mínima vital que prepara el Gobierno y que evitará que miles de españoles se vayan a buscar comida a los cubos de basura.

    Vox, que tanto imita a Donald Trump a nivel mediático, parece olvidar que el presiente de los Estados Unidos ha puesto un cheque estímulo de 1.200 dólares en los bolsillos de los ciudadanos de un país que ha sido guía durante décadas del liberalismo global.

    Julio Anguita, recién enterrado, lo tenía claro el mes pasado: «Hoy, todo el mundo, empezando por el capital privado, las empresas privadas, las que han sido privatizadas, piden que el papá Estado intervenga. Eso sí, algunos lo piden con un gran descaro, porque mantienen que el Estado asuma los salarios de los empleados de las empresas y después que se bajen los impuestos».

    TROLAS HISTÓRICAS

    El PSOE y Unidas Podemos se mueven entre el socialiberalismo y la socialdemocracia. Pero serán tachados de «comunistas» cada vez que toquen una tecla molesta para las élites, véase el impuesto del patrimonio (que no es el más eficaz ni justo, pero que al menos es un síntoma que las clases medias no pagarán todo el pato).

    El PP y Vox saben que no todo es comunismo. Casado y Abascal deberían saber que cuando Marx y Engels firmaron el ‘Manifiesto del Partido Comunista’, publicado en 1848, Europa llevaba siglos con medidas proteccionistas. Aunque no lo crean ambos líderes: el comunismo no inventó el proteccionismo.

    En la Antigua Roma, nos vamos más de veinte siglos atrás, ya existía un derecho de aduana llamado Portoria, que implicaba que los comerciantes forasteros pagasen un arbitrio por las mercancías que se disponían a vender. Y ni Lenin ni Marx, aunque no lo reconozcan Casado y Abascal, nacieron antes de Cristo.

    Y, aunque tampoco lo denuncien ni Casado ni Abascal, el PSOE y Unidas Podemos parecen haber renunciado a la única herramienta eficaz para domar al virus a falta de test: el confinamiento. Porque la agenda parecen marcarla ahora los hoteleros, que atemorizan con su ruidera a un Gobierno que en ciertas ocasiones parece anteponer el economicismo sobre el humanitarismo.