Los tentáculos del Estado alcanzan hasta el último rincón de la piel de toro mediante los 8.131 ayuntamientos españoles. Los consistorios, gracias a policías locales y brigadas, han sintonizado con sus conciudadanos y, en líneas generales, han evitado las luchas partidistas.
El municipalismo saldrá revalorizado de la crisis tras demostrar que es capaz de informar con sosiego, llevarle una barra de pan a la octogenaria de la esquina y adecuar una mastodóntica legislación estatal al pie de la calle.
LOS GOBIERNOS SUPRAMUNICIPALES, DISCRETOS
El Gobierno central llegó tarde a la crisis sanitaria y ha estado en manos de unos técnicos que lo mismo desbarraban sobre las mascarillas que no encontraban test en China. La sensación es que el Gabinete liderado por Pedro Sánchez también ha antepuesto, en demasiadas ocasiones, la comunicación a la gestión.
En algunas autonomías también han dado la nota: Isabel Díaz Ayuso ha utilizado una crisis sanitaria para echar un constante pulso al Gobierno central a pesar de que su Gabinete no está en condiciones de dar lecciones.
El Ejecutivo madrileño no se anticipó a la pandemia, Díaz Ayuso ha protagonizado escenas esperpénticas (la performance de IFEMA o la portada de El Mundo), y sobre la gestión de la Comunidad Autónoma de Madrid en las residencias de mayores quizás algunos tengan que dar cuenta en un juzgado.
No salen mejor parados en otros lugares: en las autonomías gobernadas por el PSOE han sobrado seguidismos y silencios, el PNV y Junts per Catalunya han elevado el ruido en el norte con su infantil obsesión competencial, y los constantes disparates de Miguel Ángel Revilla han causado bochorno.
MUNICIPALISMO: ALMEIDA GANA
La figura de José Luis Martínez-Almeida ha ganado enteros en los últimos tiempos. El alcalde de Madrid ha pasado de ser ‘el primo de Díaz Ayuso’, capaz de celebrar un gol tras darle un balonazo a un niño, a convertirse en una persona respetable para personas de distintos ámbitos.
Almeida ha evitado sumarse a la peligrosa campaña de Díaz Ayuso y ha escogido un tono constructivo y proactivo con el que se ha ganado las simpatías hasta en los medios lejanos ideológicamente al PSOE, que, también es cierto, lo lamen con exceso para destrozar por comparación a la presidenta.
El socialista Carlos Martínez también ha despertado simpatías en diversos abrevaderos políticos. El alcalde de Soria realizó una inteligente y densa campaña mediática que despertó que el Gobierno central, la Junta de Castilla y León y colectivos y personalidades de todos los ámbitos se volcasen en ayudar a la ciudad «mística y guerrera».
También se ha granjeado apoyos José María Rodríguez ‘Kichi’. El alcalde de Cádiz por Unidas Podemos ha lanzado varios guiños para incentivar que sus conciudadanos compren en el comercio gaditano.
ALMEIDA Y COMPAÑÍA: ¿ASIGNATURA SIN EXAMEN?
En la Universidad circula entre el alumnado el rumor que dice que las asignaturas sin examen final son más fáciles de aprobar. Y lo cierto es que muchos ayuntamientos quizás están siendo tan aplaudidos porque entre las competencias municipales no se encontraban los ‘exámenes’: coordinación de la Sanidad, compra de test y respiradores, etcétera.
Es decir, no podemos olvidar que a nivel municipal se ha podido agradar al vecino mediante un guiño o una demostración de cercanía, cosa que ni el Gobierno central ni los gobiernos autonómicos, enfangados en la ‘alta gestión’, podían permitirse. Pero lo cortés no quita lo valiente.
REVALORIZANDO PROVINCIAS
La ciudadanía parece estar valorando con buena nota, en líneas generales, la gestión que han realizado los ayuntamientos de una España descentralizada que se podría contraponer con la estructura centralista de la Francia ‘jacobina’.
La crisis sanitaria ha dejado en evidencia que la política que se practica en provincias en muchas ocasiones está muy por encima del barrizal partidista que han sufrido Madrid, ciudad en la que se podrían vivir puntuales escenas de violencia si las administraciones no apuestan por rebajar la tensión ambiental.
ANGUITA EN LA ESPAÑA DESCENTRALIZADA
Es hora de recordar lo que decía Julio Anguita cuando desde Madrid le llamaron para que dejase el sur a finales de los ochenta: «Yo sabía que acababa mal con los que me trajeron a la capital (…) Ellos dieron por sentado que sabían mucho de política porque vivían en Madrid».
«Y no saben que los que somos de provincias tenemos siete años y medio de estudios ya. Porque nos somos tontos: leemos mucho y no estamos todo el día de cenas, sino que tenemos la manía de pensar porque tenemos más tiempo que ellos«, añadió.