Los medios de comunicación están tan desacreditados por utilizar su posición de poder en beneficio propio, vendiéndose a políticos y empresarios para ocultar chanchullos en vez de denunciarlos, que personajes con apariencia outsider están haciendo fortuna con una guerra contra los mass media. Es el caso de Pablo Iglesias y Donald Trump.
El primero ha creado un partido que alcanzó los cinco millones de votos, que contribuyó a regenerar la política española ‘del 78’ y ha sorteado el tradicional veto que sufren los comunistas desde que hace ocho décadas perdieran la Guerra Civil.
El segundo, que al igual que Iglesias se hizo un nombre en televisión para acabar despotricando de ella, ha alcanzado la presidencia de Estados Unidos y opta a la reelección a pesar de la colección de escándalos y bravuconadas que le persiguen.
IGLESIAS Y TRUMP, MISMA ESTRATEGIA PARA UN NEOMARXISTA Y UN NEOLIBERAL
Pablo Iglesias comenzó la primavera de 2019 con Podemos haciendo aguas y casi todas las encuestas pronosticando que los morados veían su rebajados sus apoyos hasta los niveles máximos de Izquierda Unida.
Pero el actual vicepresidente segundo rugió contra los mass media, cargó contra los directivos de Atresmedia o PRISA y anunció que los tiempos de la omertá sobre los grandes periodistas españoles, Ferreras o Ana Rosa, se habían acabado.
Han pasado quince meses de aquel grito contra los medios e Iglesias es el vicepresidente segundo del Gobierno de España, cargo que le imposibilita entrar en el juego diario mediático. Y Podemos ha lanzado un invento para criticar a los medios sin ‘manchar’ los ministerios que controla.
La última hora se llama el digital dirigido por Dina Bousselham, exasesora del propio Pablo Iglesias y protagonista de un escándalo que parece que quedará en agua de borrajas a pesar de la prensa en papel, que se escandaliza contra un asunto menor relacionado con Podemos y calla sobre el escándalo mayúsculo relacionado con la monarquía española.
IGLESIAS Y LOS MEDIOS
Pablo Iglesias estaba en la órbita de IU cuando se produjeron las elecciones andaluzas de 2012. El entonces asesor de la coalición en Galicia, reconocía: «Si nuestros votos son necesarios para que se haga ese Gobierno debemos controlar por lo menos uno de los informativos, queremos por lo menos un programa al día y queremos otro tipo de películas, porque eso es gestionar el poder».
Y añadía: «Los medios de comunicación, por lo menos una parte, tienen que tener mecanismos de control público (…) Si el derecho a la información es un derecho democrático, la concentración de la propiedad es incompatible con ese derecho. No puede ser que algo tan importante, y de interés público, imprescindible para la democracia, como son los medios de comunicación, esté solo en manos de multimillonarios».
El líder morado dejaba claro que no estaba de acuerdo con el sistema mediático: «¿Por qué no va a existir una regulación que garantice la libertad de prensa en el mejor sentido del término, sin condicionantes de empresas privadas o de la voluntad de partidos políticos? La sociedad civil tiene que verse reflejada con independencia y veracidad en los medios de comunicación».
Iglesias cree que ‘la gente’ «no milita en partidos políticos, la gente milita en los medios de comunicación. Una persona es de La Razón, de El País, de la COPE o de la Cadena SER. Son mucho más importantes las tertulias en televisión que los debates en el Parlamento. Los debates en el Parlamento ya no los sigue nadie; además, son debates que son mentira, no debaten realmente, está todo pactado».
MEDIOS Y DERECHO
Iglesias cree que «si la información es un derecho en la medida en que un derecho se convierte en mercantilización se convierte en un privilegio. Lo que ataca la libertad de expresión es que la mayoría de los medios sean privados, incluso que existan medios privados ataca la libertad de expresión. ¿Por qué esto de tener medios va a ser un privilegio de los ricos? Si alguien los tiene que tener tiene que estar controlado por el Estado que con todas sus contradicciones es representativo en última instancia de la voluntad popular».
Y hace tres años apuntaba a un periodista que seguía a Podemos, Álvaro Carvajal: «Fíjate, yo, si quiero prosperar en el mundo del periodismo, y en particular en mi periódico, tengo que conseguir que haya muchas noticias que vayan a la portada. Pero claro, si yo trabajo en el diario El Mundo es imposible que yo consiga colocar en la portada Podemos lo hace todo muy bien. Tengo que colocar noticias que digan Podemos lo hace todo fatal. Buena parte de los periodistas que nos siguen y que están obligados profesionalmente a hablar mal de nosotros, porque así son las reglas del juego…».