Casado vende Génova como cortina de humo para tapar las críticas internas

Teodoro García Egea, secretario general del Partido Popular, y Pablo Casado, presidente del PP, han tomado una decisión drástica como consecuencia de la derrota electoral en Cataluña: vender la sede de Génova. No tiene mucho sentido para el fuero interno del partido, pero lo cierto es que el cuestionado núcleo duro del PP ha considerado oportuno vender (o alquilar) la sede, que rondará los 36 millones de euros, con tal de reflejar que la formación ha reaccionado a la derrota de Cataluña. Las fuentes consultadas apuntan a que, en realidad, todo es una maniobra para evitar asumir las consecuencias reales que exigen los díscolos populares: que, como mínimo, se aparte a Teodoro García Egea de la secretaría general del PP. Fuera del tiesto queda la posible salida de Casado, al menos de momento. Aunque el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, ya afila los cuchillos.

La idea es romper con el Partido Popular del expresidente del Gobierno José María Aznar y sus últimos coletazos. Pero que esta trascendente decisión llegue justo después de que el PP se haya pegado el batacazo electoral sin precedentes en las elecciones catalanas no es baladí. Las fuentes consultadas apuntan a que la estrategia de Teodoro y Casado busca única y exclusivamente salvar el pellejo de la directiva, fuertemente cuestionada desde que Casado tomó el poder y más desde que no hace más que cosechar pésimos resultados, incluso en las encuestas electorales. Sin embargo, el discurso oficial es que buscan una especie de refundación de la formación que se desprenda de la «herencia recibida».

«Esta dirección nacional no va a dar más explicaciones que correspondan al pasado y conductas individuales. No nos lo podemos permitir más con el calendario judicial que se avecina. El coste electoral es tremendo y tenemos que dejar de preocuparnos por nuestro pasado y ocuparnos del futuro», ha comentado el presidente del Partido Popular. Pero lo cierto es que la razón por la que Casado quiere vender Génova, según apuntan las fuentes, es para desviar la atención por la derrota electoral en Cataluña, que arroja con fuerza otra vez el debate sobre si el actual líder popular reúne las cualidades necesarias para forjar una alternativa sólida al actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

La imagen de Casado y Teodoro juntos y revueltos durante el anuncio de la venta de la sede del PP se ha clavado en los ojos de muchos dirigentes del partido. No es que nadie cuestione o deje de cuestionar que se venda la sede de la formación conservadora, que también, sino que tras la debacle electoral de Cataluña, en la que Vox le ha comido por completo la tostada al PP, el único comentario del líder del partido ha sido en referencia a un edificio y su venta. Nada de autocrítica ni de cambios en el núcleo duro de la formación, que es lo que se demanda en el ala más crítica del Partido Popular.

Sobre la derrota en Cataluña, Teodoro y Casado han llegado a la conclusión de que hay que decir que han perdido como consecuencia del «juego sucio» que ha sufrido el partido. Esta excusa se centra en poner el caso Bárcenas y las confesiones del extesorero del partido por delante para evitar asumir que la derrota en los comicios viene de la mano de un candidato flojo y de un proyecto que no ha seducido a los conservadores constitucionalistas. Vox se ha llevado la tarta y no hay mayor discusión. Si hay alguien que ha canalizado el odio y la ira de la derecha españolista catalana ha sido Santiago Abascal, no Casado.

Desde el PP, culpan de la debacle del partido a la conocida a nivel interno como «teocracia», que es el rodillo del secretario general y su afán por apartar de cualquier puesto a quien tenga un pensamiento que no se someta con total sumisión a su criterio. Esta política interna que solo busca mantener a Casado y a Teodoro como líderes indiscutibles de la formación no ha traído más que críticas y ahora los barones y dirigentes de la formación empiezan a levantar la voz. Si no, que se lo pregunten a la exportavoz del PP y defenestrada diputada popular Cayetana Álvarez de Toledo, que no asegurado directamente que «Casado ha defraudado las esperanzas depositadas en él».

La idea del equipo de comunicación de Casado es intentar vender a su electorado que la razón por la que su líder no acaba de despegar es simplemente porque la corrupción de años anteriores le lastra. Puede parecer algo brillante para el núcleo duro del partido, pero no lo ven así las voces críticas del PP. Si Casado no recibe votos suficientes es porque tanto su equipo como su liderazgo no convence al clásico electorado conservador del partido, así lo ven los críticos populares.

Por otro lado, no hay que olvidar que la sede aún está por investigar por la Justicia, concretamente las reformas que la dejaron al gusto de muchos dirigentes del PP. «Por mucho que disfrace Casado los motivos del cambio de sede, hace más de un año que se sabía que iba ocurrir. Desde que en el PP no tienen (se supone) caja B, andan cortitos de fondos», ha comentado Ruben Sánchez, de Facua.

FEIJOO AFILA LOS CUCHILLOS

El Partido Popular sabe que tarde o temprano tendrá que afrontar una guerra interna que buscará apartar a Pablo Casado de la presidencia. Desde Génova aseguran que son perfectamente conscientes de la intención del presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, es ser el candidato del PP a las elecciones generales. El problema es que el débil liderazgo de Casado ha acelerado los planes del presidente autonómico hasta el punto de que el único problema que le queda al gallego por solucionar es quién le sucederá al frente de la Xunta. Por lo demás, las intenciones están claras: Feijoo intentará arrebatar el liderazgo del PP a Casado tarde o temprano.

Es raro encontrarse a alguien del PP que no haya asumido ya que Feijoo tiene toda la intención de desembarcar en Madrid. De hecho, el mayor de los problemas está en Galicia, no en Madrid, algo que no habla precisamente bien de Casado. Para Feijoo es importante dejar las cosas bien atadas en su tierra y aún no hay un candidato firme que tenga el visto bueno de la formación para suceder al presidente gallego al frente de la Xunta. Hay muchos populares con ambición, pero pocos que tengan la entereza y la capacidad de unir al Partido Popular de Galicia sin generar una guerra interna que saque a relucir las vergüenzas de la formación.