Esta es la verdadera razón por la que Ignacio Aguado ha hundido Ciudadanos

El exvicepresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio Aguado es el gran culpable de esta convocatoria electoral. Al menos esta afirmación es la que comparte la mayoría de la cúpula de la administración. Y hablamos de los dos partidos que formaron coalición: tanto Ciudadanos como el Partido Popular. Todos culpan a Aguado. El detonante que llevó a la presidenta de la autonomía Isabel Díaz Ayuso a convocar elecciones fue un tuit de Aguado (que luego borró) en el que dejaba entrever que era posible que la moción de censura de Murcia podría contagiarse a la capital. Sin embargo, la razón por la que fracasó la coalición no fue un tuit, sino la obsesión del vicepresidente por crear un gobierno paralelo dentro de la Comunidad de Madrid que solo obedeciera a los designios de Aguado.

Dos gobiernos en la Comunidad de Madrid. Esta era la obsesión de Aguado que ha costado a todos los madrileños otra convocatoria electoral (y el coste económico que ello trae). Algunos lo verán normal, pero en la práctica no lo era tanto. La obsesión del vicepresidente y de su equipo en evitar que los consejeros, directores generales y cargos intermedios que provenían del partido naranja obedecieran las órdenes de dirigentes populares (en especial, de Ayuso) llegaba a unos extremos que lo único que consiguió era entorpecer el normal funcionamiento de la administración pública. A Aguado le ninguneaban todos y no lo soportaba. Pero lo cierto es que se esforzó solo en mantener el control de su equipo y no en gestionar de forma adecuada las áreas que le tocaron.

El vicepresidente estaba obsesionado con ser presidente de la Comunidad de Madrid

Si la coalición ha fracasado no ha sido por la chapucera e infantil estrategia de Inés Arrimadas para presentar varias mociones de censura a traición para desbancar del poder al Partido Popular. Ni siquiera ese tuit que borró Aguado en el que aplaudía la reacción de su partido en Murcia. El vicepresidente estaba obsesionado con ser presidente de la Comunidad de Madrid y con comerse al Partido Popular. Entendía que su cargo se le quedaba corto y sus ínfulas e ansias de poder le llevó a intentar ser presidente de una pequeña parte del gobierno, pero el problema es que sus consejeros estaban a otra cosa completamente diferente.

La obsesión de Aguado y de su equipo formado por su jefe de gabinete, Joaquín Barga, y su equipo de comunicación era la de ubicar a su vicepresidente en la foto. Jennifer Santos y Barga se levantaban por la mañana con la obsesión de ver dónde podían colocar a su jefe para que se apuntara un tanto. Si había una inauguración de lo que fuera en la que Aguado pudiera apuntarse otra muesca en su revólver naranja, ahí estaba. Ya fuera la inauguración de una línea de Metro o una medida relacionada con cualquier cosa. Lo importante era la foto y que Aguado saliera bien guapo.

No es de extrañar que el vicepresidente siguiera a su consejero de Transportes, Infraestructuras y Movilidad como un yorkshire. A donde fuera Garrido, quien tenía aspiraciones para llegar a lo más alto de Ciudadanos, ahí estaba Aguado para apuntarse el tanto. Un arduo trabajo para Jennifer y Barga que les obligaba a tener clara la agenda y aclarar todos los actos del partido el día anterior y sopesar.

La imagen que quería dar Aguado está clara; la de un vicepresidente que no estaba sometido a Ayuso. Esto llevó a su equipo más estrecho desde el mismo momento en el que llegaron a Sol a buscar un espacio propio en el que diferenciarse del PP. Su joven equipo le sugirió a Aguado que lo más adecuado para su imagen era no compartir cámara con Isabel Díaz Ayuso. Por esto, el trabajo mañanero era el de analizar todos los actos que había para elegir el más adecuado para que las cámaras captaran al vicepresidente.

Aguado
Aguado y Garrido

Al mismo tiempo, el equipo de Aguado por orden directa del vicepresidente estaba obsesionado con que los suyos no le respetaban, en especial Ángel Garrido. El equipo de Aguado también vigilaba de forma muy estrecha los movimientos de los consejeros, directores generales y cargos intermedios de Ciudadanos. Si no se rendían a los pies de Aguado, mal asunto. Todo esto entorpeció el funcionamiento natural de las consejerías hasta tal punto que la propia Comunidad de Madrid comenzó a excluir a Aguado de los actos más importantes y de las decisiones más relevantes. Durante la pandemia, por ejemplo, las reuniones claves no las tenían con Aguado, sino al margen del vicepresidente.

Tal es el nivel de ridículo de Aguado que llegó al extremo de que Inés Arrimadas urdió un plan que contemplaba llevar adelante varias mociones de censura de las que el vicepresidente no tenía constancia. Vamos, que Arrimadas no quiso ni avisar a Aguado de lo que se le venía encima. Y si a esto le sumamos que Ayuso tampoco contaba con él para nada, tenemos la imagen perfecta de un trabajador marginado obsesionado con su imagen y con que nadie le guarda respeto.