El «activismo» de Arancha González Laya y su chapucera gestión desata la ira interna en el PSOE

Hablar varios idiomas no parece ser suficiente para gestionar el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. Si alguien busca una definición de la ministra Arancha González Laya la palabra que más se repite es «activista». El malestar en el PSOE por la gestión de Laya del conflicto diplomático con Marruecos por haber acogido en un hospital español al líder militar del Frente Polisario, Brahim Ghali, se está enquistando y no hay manera de solucionarlo. Apuntaba maneras, pero entre el dinero público que se ha dejado Laya en promover causas como defender los derechos de los afroamericanos en Perú o al colectivo LGTBI en Haití y el empeñarse en aceptar a Ghali en España a pesar de las advertencias del propio Gobierno, su posición ha quedado muy debilitada.

Cuando entró la ministra, todos pensaban que su preparación y su estancia en organizaciones como la ONU (como directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacional) la convertirían en una buena gestora, pero nada más lejos de la realidad, Laya se ha convertido en el patito feo del Gobierno. La crisis con Marruecos solo tiene un nombre, según deslizan fuentes socialistas, y ese es el de la ministra de Exteriores. Nadie entiende por qué Laya se empeñó en acoger a Brahim Ghali en un hospital español a pesar de que el ministro del Interior le advirtió de que hacerlo traería una crisis diplomática con pocos precedentes. El problema es que Laya es una activista y quería que quien lucha por la independencia del Sáhara Occidental tuviera una buena acogida bajo su Gobierno. El resultado lo conocemos.

Laya lleva poco al frente del ministerio que previamente gestionaba Josep Borrell, pero unos pocos meses han sido más que suficientes como para manchar toda la legislatura socialista con una crisis de Gobierno importante. El hecho de que Laya haya utilizado la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo para defender causas insólitas en determinados países con los que España no necesariamente tiene una relación estrecha. Ya sea para la pesca artesanal en África o los derechos de los afroamericanos en Perú.

A pesar de todo y de que el PSOE la tiene en el punto de mira, Laya sigue metiendo la pata institucional sin cesar. Primero, cuando estalló la crisis con Marruecos por la cual Ceuta y Melilla se vieron asediadas por inmigrantes africanos bajo una presunta orden del Ejecutivo de Marruecos, la ministra no supo hacer otra cosa que reunirse con la embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, para después recibir un portazo por respuesta. Primero le dijo que todo acto tiene «consecuencias» y que hay que «asumirlas» cuando llegan. Y ahora, después de abandonar España, le ha comentado que como Ghali abandone el país con «opacidad», la crisis se agravará.

Si a esto le añadimos el aderezo de que la ministra de Exteriores ha asegurado que ya está en contacto con el Gobierno marroquí para que segundos después su homólogo marroquí lo desmintiera, queda claro que Laya se ha convertido en una aliada incómoda para el PSOE.  Ferraz no quiere grandes cambios en el Gobierno y menos con una crisis diplomática latente. Laya lleva tiempo dando dolores de cabeza al Ejecutivo en materia de Exteriores, pero nunca se había convertido el activismo de una ministra en una crisis migratoria con pocos precedentes. Todo esto hace que el PSOE tenga quinielas que dejan a Laya fuera del Ejecutivo en un periodo no muy largo.

Marlaska advirtió a Laya de las consecuencias y esta se negó

Primero hay que solucionar el problema con Marruecos a pesar de Laya. Luego, llegarán los cambios. Desde el Gobierno la indignación nace en el momento en el que Marlaska advirtió a Laya de las consecuencias y esta se negó. Nadie se explica cómo la ministra ha podido meter a España en un conflicto del que solo se puede salir cediendo. Y si el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quiere demostrar fuerza, todos saldrán perdiendo.

LA AECID: EL JUGUETE DE LAYA

Llama la atención la motivación del Ejecutivo para, por ejemplo, promocionar un arte milenario como es la pesca artesanal en Nuadibú, la segunda ciudad más importante de Mauritania. Concretamente, para este supuesto que al parecer debe ser muy relevante para la AECID, el Gobierno se ha dejado 523.949,14 euros públicos. La idea no se especifica en el Boletín Oficial del Estado (BOE) en el que se aprobó la partida en forma de concesión directa para Mauritania, pero sí se detalla en otros documentos a los que ha tenido acceso MONCLOA.com el hecho de que además de fomentar la pesca artesanal, se busca implementar en la sociedad el respeto por el medio ambiente.

Este es solo un ejemplo, pero hay más. El Gobierno, o al menos el Ministerio de Exteriores, también ha considerado relevante en 2020 enviar hasta 65.000 euros públicos en forma también de concesión directa para fomentar la defensa de los derechos LGTBI en Haití. Esta ayuda que no ha pasado por mayor criterio que el de Laya también se ha ocultado en el BOE, o al menos se ha escondido bajo una gran partida que acabaría en las arcas de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.