Sánchez se obsesiona con Justicia y Exteriores y colocará al frente a sus asesores personales

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha perdido la confianza en muchos de los socialistas que se sientan en el Consejo de Ministros. La «incompetencia» aparente de algunos y la «deslealtad» de otros han hecho que Sánchez directamente se plantee una purga a mitad de legislatura para encarar la campaña electoral soterrada más larga de la historia. El problema es que al presidente se le han acabado los amigos de confianza y ya no sabe a quién colocar de ministro para sustituir a este grupo de marcados. Por lo pronto, el socialista ha agotado los nombres de su círculo de asesores más estrecho, pues quiere que José Manuel Albares (ministro de España en Francia y exasesor del presidente) y Félix Bolaños (secretario de Estado de Pesidencia del Gobierno) den un paso adelante para reforzar los ministerios más relevantes. En esta espiral de colocaciones, no mete al presidente de Correos, Juan Manuel Serrano, ni a Iván Redondo de milagro.

El líder socialista no pasa por su mejor momento. La victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas ha dejado muy tocado al PSOE y Sánchez ya busca soluciones. El problema es que al haberse «bunkerizado», tal y como señalan fuentes del partido, se ha quedado sin amigos y con cada vez menos gente en la que depositar su confianza. Quiere cambios en los ministerios y quiere nuevas caras. Sánchez entiende la política y el Gobierno como si de un equipo de fútbol se tratara. La idea que ahora tiene el presidente es la de «fichar» nuevos jugadores para afrontar la remontada durante estos dos años. Pero el problema es que no confía en nadie y está tirando de su círculo más estrecho: los asesores de Presidencia de Gobierno.

La idea de Sánchez es sustituir a Juan Carlos Campo

La idea de Sánchez es sustituir a Juan Carlos Campo, ministro de Justicia, a Arancha González Laya, en Exteriores, y exponer al de Transportes, José Luis Ábalos, y a la de Defensa, Margarita Robles, a los medios de comunicación para que reciban toda la erosión de las críticas al Gobierno. Los ministerios que más daño han hecho a Sánchez son precisamente los dos primeros anteriormente mencionados. Por eso quiere sustituir a Campo y a Laya por Albares y Bolaños. Casualmente dos de sus asesores más estrechos.

El presidente sabe que la legislatura aún tiene varias asignaturas pendientes y entiende que las competencias recaen sobre estos dos ministerios. No es que haya problemas ni en Defensa, ni en Fomento ni en otras áreas. Los grandes retos que Sánchez quiere solucionar esta legislatura, tal y como apuntan fuentes directas del PSOE, es recuperar el respeto y la agenda internacional (marcada por la crisis diplomática con Marruecos y la chapuza de paseíllo con el presidente de EE UU, Joe Biden) y la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

ALBARES, A EXTERIORES

El el que fue secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G20 y Seguridad Global hasta febrero de 2020 es el elegido por Sánchez para capitanear la recuperación del respeto internacional. Laya ha hundido la imagen de España y ha metido al país en asuntos tan peliagudos como la crisis con Marruecos, que amenaza con generar pérdidas millonarias a ambos países solo por el empeño activista de la ministra socialista en acoger a un líder militar del Frente Polisario a sabiendas de que esto generaría una crisis diplomática sin precedentes. En cualquier caso, Sánchez quiere recuperar a Albares por estos dos años y solo está a al espera de que el embajador en Francia diga que sí. Pero aún hay dudas.

El presidente del Gobierno quiere a Albares por dos razones: la primera y más importante, que es de los pocos en los que aún confía. Y la segunda, que es un trabajador eficiente que sabe moverse bien en el ámbito internacional. Para el equipo de Moncloa, es el ideal para solucionar la crisis con Marruecos y sobretodo para levantar el ridículo que Sánchez hizo con Biden. La idea que tiene el presidente del Ejecutivo es que se cierre una reunión en la Casa Blanca antes de que acabe la legislatura y que se normalicen las relaciones con el país africano lo antes posible. Si Albares consigue estos dos hitos, solo quedaría el afianzar del todo las ayudas europeas. Si el diplomático consigue estos en los dos años que restan de legislatura, Sánchez dará su servicio por cumplido.

El único problema es que Albares no quiera venir. Sánchez compensó a su asesor con la embajada de España en Francia porque la mujer del diplomático es una magistrada francesa. Fue un premio por los servicios prestados y por su eficiencia a la hora de gestionar el peso de España en la UE. El problema es que la decisión de poner a Laya en Exteriores ha sido una de las peores que ha podido tomar el Ejecutivo, a juicio de muchos socialistas. Por tanto, solo queda esperar a que Albares pida la excedencia un par de años para solucionar los embrollos en los que Laya ha metido al país.

BOLAÑOS, A JUSTICIA

El Gobierno, tal y como aseguran las fuentes, se siente completamente a ciegas respecto al mundo de los jueces. El ministro de Justicia tiene la misión de ser el enlace entre el poder Ejecutivo y el Judicial, pero de momento no parece que Campo haya hecho su trabajo de forma eficiente. La renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ya no es que sea una asignatura pendiente, es que es un problema y una piedra en el zapato para Sánchez, es que se ha convertido en una amenaza siempre que el PSOE no consiga un acuerdo con el PP antes de las próximas elecciones.

El PSOE confiaba en que el paso del tiempo solo perjudicaba al Partido Popular porque iban delante en las encuestas, el problema es que el vuelco que ha dado Ayuso a esta situación ha convertido el paso del tiempo en una contrarreloj para intentar seducir al PP lo antes posible de lo necesario que es el cambio. ¿La razón? Que el PSOE podría perder la presidencia del Supremo si esto se alarga más allá de las próximas elecciones.

La misión del nuevo ministro de Justicia será la de encontrar gente de confianza en el CGPJ para que elijan bien a los vocales. La idea que sopesa el PSOE es dar un acuerdo muy cómodo y generoso hacia el PP y asegurarse así la presidencia del Supremo. Si lo hacen, a cambio entregarán a los populares una cantidad de vocales que no corresponderá con su peso parlamentario. En cualquier caso, el encargado de todo esto es Bolaños, otro asesor de Sánchez que ya lleva un tiempo reuniéndose con gente del aparato de la Justicia para entrar en el mundillo con algo más de conocimiento de causa.